martes, enero 05, 2010

Atenazado por los nervios. Ese era mi estado de ánimo. No podía pensar en otra cosa. Era realmente imposible pensar en otra cosa. Todas mis esperanzas, mis ilusiones estaban puestas en aquel tren de cuerda. Yo soñaba con aquél tren hasta la obsesión. Conforme se acercaba la fecha, mi inquietud crecía e intentaba por todos los medios que no se notase pero Emérita, mi madre, con su sempiterna perspicacia, notaba a su hijo más alterado que de costumbre:

-¿Se puede saber qué te pasa?
-Oye mamá, ¿tú crees que se habrá perdido la carta?
-Pero hijo, ¿qué carta?
-Pues la que les mandé a los Reyes la semana pasada para que me traigan un tren como el que hay en el escaparate de la tienda de Benito Peón.
-Pues no sé,… ¿la metiste en el buzón?.
-No. Se la di en mano a Sindo, el cartero, que vino a ver a papá a la sastrería.
-Pues entonces, yo creo que no debes preocuparte y esperar al día de Reyes.


LOS REYES VIAJAN EN TREN

Fue, lo que se dice, un flechazo a primera vista. El 8 de diciembre, festividad de la Inmaculada, era el día señalado para que las tiendas de Benito Peón, Erundina y La Coruñesa, en la Villa, engalanasen sus escaparates con los más diversos juguetes. Día en el que la chavalería abandonaba su rutina cotidiana para sumergirse en el esplendoroso mundo de los deseos.

Con el ánimo dividido ante tanto apetitoso material, todos mis amigos habían discutido sobre qué juguete o juguetes elegir para, sin pasarse, pedírselos por carta a los Reyes Magos. Yo, por el contrario, lo tuve claro desde el primer momento hasta el punto que de la impresión que me proporcionó su visión ha quedado gravado en mi memoria el lugar de encuentro: segundo estante de la izquierda del escaparate de Benito Peón. Allí, lucía imponente aquél hermoso “Tren Mecánico Geyper”, con su máquina, sus dos vagones de viajeros, los raíles rectos y curvos y la llave para dar cuerda…Vamos,… ¡¡¡ el no va más ¡¡¡.

Desde que, el verano anterior, acompañara a despedir a mi padrino a la estación de ferrocarril y viese aquella portentosa máquina, no pensaba en otra cosa. Su imagen volvía reiteradamente a mis pensamientos, sobre todo a la hora de acostarse cuando uno vuela mejor con la imaginación hacia sus más íntimos deseos. Yo soñaba despierto con aquella admirable máquina “Mikado”, tipo 141, que Renfe adquirió, entre 1953 y 1960, y que marcaría el capítulo final de la tracción por vapor en España, ya que las “Mikado” fueron las últimas en servicio comercial.

No hubo un solo día de aquél otoño que no me acordase de aquella imagen de la estación; con Franco, el maquinista habitual, a los mandos ayudado por fogonero de turno. Y como de deseos también vive el ser humano, yo valoraba los resultados diarios del colegio con mi particular “baremo ferroviario”: la verdad es que, como solía ser habitual por otra parte, pocas veces me vi como maquinista, alguna que otra vez si alcancé a considerarme un posible futuro fogonero y el resto, la inmensa mayoría, me veía más bien como ayudante de andén.

Pero la visión de aquél tren mecánico en el escaparate de Benito Peón me hizo olvidar las disquisiciones sobre mi hipotético porvenir ferroviario.
Desde aquél día dejé sin resuello a toda mi familia, a la que anuncié una y mil veces mis intenciones petitorias para Reyes (no fuese a ser que uno de ellos tuviese “hilo directo” con los Magos) y, llegadas las Navidades, la lotería y el aguinaldo, la instalación del belén y el día de nochebuena, las uvas de nochevieja y los villancicos se convirtieron en mero trámite.

La Noche de Reyes no pude pegar ojo de tanta tensión y tanta espera. Cualquier sonido en la madrugada era seguido con aplicada vigilancia. Por la calle, oía reír y correr a la gente sin darme cuenta, en aquellos momentos, que eran los mozos que venían de las huertas de recoger “troxos” de berzas para colocarlos, a modo de regalo, en los balcones de las solteronas de la Villa; una tradición ahora casi perdida y a la que me sumé yo ya de mozo como era preceptivo.
Rendido, casi a punto de despuntar el alba, me quedé dormido hasta que, pasadas las diez de la mañana, mi madre vino a despertarme y anunciarme la buena nueva.

-Venga, holgazán, que ya han pasado los Reyes.

Me tiré de la cama como alma que huye del diablo y corrí hasta el comedor… y allí estaba, junto a unas botas marca “Gorila”, un hermoso Tren de cuerda con máquina negra, raíles y dos vagones de pasajeros. Creo que fue tal la emoción que Emérita, mi madre, me contó años después que rompí a llorar como un desesperado,.. eso sí, con el tren bien amarrado a mis brazos.

Fue un día magnífico. No salí de casa. Casi no comí. No fui a la sesión infantil del cine. No tenía otro interés que estar al lado de mi máquina… de mi Tren.
Ya en la cama, por la noche, volví a darles las gracias a los Reyes por el extraordinario regalo y pensé en ellos y sus múltiples tareas así como en sus medios de transporte para llegar a todos los lugares y casas sin retraso alguno, cuestión que había sido ampliamente debatida entre los amigos. Y, en aquél momento, todo encajó… Estaba claro,… ni en avión, ni a lomos de camello, ni fárragos de gaita;… estaba claro que los Reyes viajaban seguro, seguro,…en Tren, a bordo de aquella extraordinaria máquina Mikado que mostraba su poderío con aquellos chorros de vapor salidos de sus entrañas. Con ese viajero pensamiento sobre raíles y el trajín de la noche anterior, el sueño no tardó en llegar.

Que os traigan muchas cosas los Reyes.

miércoles, septiembre 09, 2009

GIGANTES Y CABEZUDOS

(A Norberto Beberide, “in memoriam”)

El jolgorio de aquellos mediodías en la Villa no parecían ir con él pero, invariablemente,… un año sí y otro también… cada 13 de septiembre, Norberto Beberide apoyaba su corpulenta osamenta en uno de los arcos de la Plaza, entre su Confitería y la Tienda de Muebles, para observar el paso de una de sus obras; aunque él, en su sempiterna modestia, no le diera nunca la más mínima importancia. Muchos años después, un buen número de villafranquinos le seguimos agradecidos por haber restaurado pacientemente una de las más importantes señas de nuestra identidad: nuestros Gigantes y Cabezudos.

La centenaria tradición de los Gigantes es ya legendaria entre todos aquellos que hemos nacido a orillas del Burbia y el Valcarce. Pocas cosas hay en la Villa que conciten tanta unanimidad. Mayores y niños; ricos y pobres; habitantes de “La Cábila, “El Campo Bajo” o “La Pedrera” y “El Castillo” nos hemos emocionado y seguimos emocionándonos con esa magnífica visión de observar como, pasadas las 11 y media la mañana, cada 13 de septiembre, Don Quijote, Sancho Panza, Dulcinea, Doña Inés, El Moro, El Cid y el más reciente Soldado Mechero hacen su aparición, en la explanada superior de San Nicolás, rodeados de los inseparables y alborotadores Cabezudos. Desde ese preciso instante, el ambiente se electriza, inflama el espíritu y pone los pelos de punta hasta el estremecimiento.

Acompañados por el incesante volteo de las campanas, los protagonistas de tantas emociones y recuerdos esperan pacientemente, como lo han hecho desde el año anterior, hasta las 12 en punto, hora en la que, con la ayuda de las bombas y el sonar de gaitas, tambores y bombos recitando el emocionante “palillos de madeira”, bajan majestuosos de su hogar habitual para recorrer calles y plazas anunciando que “El Cristo”, nuestra Fiesta, ha llegado un año más y ellos, con sus bailes, están ahí para alegrárnosla.

Como si de un encantamiento colectivo se tratase, muchos habitantes de la Villa echamos a andar tras ellos y no los abandonaremos hasta que vuelvan a reposar en su refugio. Esas pocas horas nos servirán para olvidar penas, reencontrarnos con amigos y conocidos, repasar una y otra vez su hermoso y singular porte y agradecer a los “bailadores” que, un año más, ejerzan el complicado compromiso de hacernos dichosos a muchos villafranquinos.

Lejos, muy lejos queda ya el tiempo en que Gonzalo Magdalena emprendiera la labor, allá por los mediados del siglo XIX, de modelar nuestros primeros Gigantes (El Cid y doña Jimena; figura ésta que los habitantes de la Villa rebautizaron pronto como doña Inés)… Más cercano, mucho más cercano a nuestro recuerdo está la época en que Norberto Beberide se puso manos a la obra y restauró y completó con primor nuestros Gigantes y Cabezudos, esos personajes entrañables que permanecen indelebles en la memoria colectiva de la Villa y nos hacen revivir la ilusión de la niñez.

Todos los años, cada 13 de septiembre, cuando los Gigantes y Cabezudos hacen su entrada en la plaza, mis ojos se vuelven de forma automática hacia los arcos de los soportales donde estuvo la tienda “Muebles Beberide” esperando ver, allí apoyado, al polifacético artista y excelente persona. La desilusión llega pronto: Norberto hace años que nos dejó… aunque, a decir verdad, tampoco nos ha abandonado del todo porque su espíritu y recuerdo siguen presentes en esos peculiares Gigantes y Cabezudos que bailan y corretean para hacernos felices a todos los villafranquinos.

Que paséis unas felices fiestas.

lunes, junio 01, 2009

“Hace un millón de años”.

Agazapado en las últimas filas del cine, en "gallinero", prácticamente de tapadillo por lo ilegal, yo no daba crédito a lo que veía en pantalla. Aquella mujer no podía ser de verdad, era demasiado hermosa para creer en su existencia real.
Durante toda la semana, los rapaces no habíamos hablado de otra cosa. Desde que en la sesión de tarde del domingo anterior Mario, el acomodador, repartiese los programas de mano con los próximos estrenos, nuestro propósito fue claro y terminante: había que entrar al cine a ver aquella belleza fuera como fuese y costara lo que costase. Teníamos 14 años, a lo sumo 15, y la "calificación moral" era un impedimento casi insalvable: "autorizada para mayores de 18 años (con reparos)".
Las normas eran claras y contundentes: no había forma de entrar a ver las películas "para mayores". Bueno, esas eran las normas aunque, éstas, siempre tienen sus excepciones y rendijas para ser subvertirlas. Y nosotros encontramos el "talón de Aquiles" para colarnos por las grietas de la moralidad.
Todos los chicos de la época sabíamos que Manolo, el portero del cine de "general" o "gallinero", era un amante del balompié y forofo del F.C. Barcelona.
De fuerte complexión y algo cascarrabias, derretía sin embargo su mal humor cada vez que el equipo de sus amores ganaba un partido. Y por esa debilidad suya… atacamos sin piedad aquella tarde. Una estrategia largamente elaborada durante toda la semana anterior.

Desde las cinco de la tarde de aquél domingo de primavera, no nos separamos de la radio. Se jugaba una nueva jornada de la disputada liga, con el Barça y el Real Madrid de "gallitos", y la suerte vino a nuestro encuentro: el Barcelona ganó al Deportivo de La Coruña por un contundente 4-1. Una vez terminado el partido, corrí como un poseso desde mi casa a la puerta del cine para darle la buena nueva a Manolo. Y allí le espeté la noticia:
-Manolo, el Barça, ha "goleado" al Coruña…. Le ha metido 4 goles (me callé el gol del Deportivo, para ser más contundente aún).
A Manolo se le mudó el semblante y con una sonrisa me dijo.
-Este año ganamos la liga seguro.
Era el momento. "O ahora…o nunca", me dije a mi mismo.
-Oye Manolo. Quería pedirte un favor: tengo ya 17 años y voy camino de los 18 (mentí como un bellaco, levantando disimuladamente las punteras de los zapatos para aparentar más altura). Y a mí me gustaría ver la película de hoy "para mayores", que me han dicho que está muy bien…

Manolo se me quedó mirando con cara de pocos amigos aunque, poco a poco, su severidad se vio contrarrestada por el recuerdo de la buena noticia futbolera que le había traído el hijo pequeño de Lisardo el sastre.
-Bueno, te dejaré pasar pero con varias condiciones. Tiene que sacarte la entrada un mayor; deberás entrar cuando haya acabado el Nodo y empezado la película; deberás colocarte en un rincón donde no se te vea mucho y, por último, tendrás que salir del cine antes de que termine la sesión, con las luces apagadas. Si no lo haces así no te volveré a dejar pasar hasta que tengas 18 años , ¿entendido?.

Seguí sus instrucciones al pié de la letra. Desde un rincón de "gallinero", pasé la película con los ojos como platos. A mí poco me impresionaron las devastadoras erupciones volcánicas o las luchas de las horribles bestias prehistóricas que estaba viendo. Todos mis sentidos estaban puestos únicamente en Raquel Welch, aquella explosiva rubia del "pueblo de las conchas" , … aquella rubia en bikini prehistórico que me aceleraba el joven corazón cada vez que aparecía en pantalla. Claro que no era para menos. Mi admirada Raquel Welch empezaba ya a ser conocida por aquél entonces como "El Cuerpo" y, con los años, terminaría convirtiéndose en una de las sex-symbols más importantes del cine de los años 60 y 70.

Cuando más entretenido me encontraba, una mano se posó sobre mi hombro y, en voz baja ,oí al oído una orden contundente:

-Venga… fuera, que se acaba la película.

No quedaba más remedio que acatar la orden si quería repetir experiencia. Me levanté del asiento corrido de madera del "gallinero" y, en medio de la penumbra, salí del cine con un rictus de satisfacción en la cara y la imagen de aquella impresionante rubia en mi mente;… una imagen que tardó meses en desaparecer de la memoria.
Volví otras muchas veces al cine "para mayores de 18 años" antes de cumplir la edad reglamentaria. Una veces tuve la suerte de pasar; otras, por el contrario, Manolo no estaba de humor y me despachaba con el consabido "Hoy no puede ser".
Lo que sí tuve que hacer, años después, fue volver a contemplar muchas de aquellas películas de "visionado ilegal" para enterarme de cómo empezaban y cual era su final. Fue el agradecido pago por contemplar, antes de tiempo, qué sucedió "Hace un millón de años".

martes, mayo 26, 2009

De nuevo en el Camino.

El año pasado nuestro reto fue el tramo final. Desde la Puerta del Perdón de Villafranca hasta la Puerta del Perdon de la Catedral de Santiago. Este año, por el contrario, en la ya habitual compañía de mis dos amigos ?sarrios? (rebecos) pirenaicos, ha tocado comenzar por el inicio, por Roncesvalles, en los campos donde un conglomerado de pueblos hispanos aniquilaron la retaguardia de los ejércitos de Carlomagno, surgió el mito de Roldán y se oyó el trágico gemido del Olifante. Tierras de leyenda para una nueva y enriquecedora experiencia que ha culminado, una semana después, en las ricas y acogedoras tierras de La Rioja.
Sentidos en el Camino.
La pregunta inicial de siempre: ¿serás capaz?. Las disimuladas miradas de los pasajeros del metro a tu bordón. Lo mucho que pesa la mochila. El tranquilo viaje en tren leyendo unos periódicos que caerán en el olvido durante los próximos días. El reencuentro pamplonica con unos espárragos que, de tanto calibre, se salen del plato. La llegada a Roncesvalles. Continúa la incertidumbre: ?¿serás capaz?? . La misa y posterior bendición de los peregrinos, en latín, en la Colegiata de Roncesvalles atestada de alemanes, franceses, holandeses y españoles. El toque exótico compuesto por un neozelandés errante, un joven argentino al que traicionaron sus piernas en la quinta etapa, un israelí en busca de respuestas interiores a los sentimientos encontrados que vive su país y un japonés de 70 años que ha recorrido cinco veces el espiritual Camino de Kumano de Japón a una media de 40 km diarios (o sea, el doble de la habitual). La pequeña y hermosa Capilla de Santiago en Roncesvalles y el "Silo" de Carlomagno. La inquietud de la noche anterior a comenzar a andar. Los inolvidables bosques de hayas, pino y robles del pirineo navarro. Las palabras de aliento para las personas que ves sufrir. El primer superbocata de chistorra para almorzar. Las delicias de un barreño con agua caliente, sal y vinagre para tus sacrificados pies. La morriña de no estar con los tuyos al atardecer. La sinfonía de ronquidos de los albergues a la que, más pronto que tarde, terminas acostumbrándote por el cansancio acumulado. Navarra vive unos días de zozobra, pendiente de que su equipo de futbol, el Osasuna, pueda descender a segunda división y que se resume en una pegatina distribuida por todas partes y que reza, categórica: "Yo No Bajo". Descubrir nuevamente la importancia de tus pies y tus piernas. Cantarles o intentar responder a los cantarines trinos de los pájaros en su despertar matinal. El puente de "La Rabia", en Zubiri, donde la tradición hacía pasar a los animales tres veces, por su ojo central, para combatir posibles enfermedades. Los campos de trigo al amanecer bajo la bruma. La satisfacción de comprobar la multitud de peregrinos que conocen la importancia de Villafranca del Bierzo en la Ruta Jacobea. El verdadero deleite que produce al paladar una menestra de verduras navarra. La satisfacción de comprobar que, en esta ocasión, no tienes ampollas en los pies. La desconcertante llegada a Pamplona y redescubrir el ruido de los coches y las prisas de la gente. Imaginarse el ambiente de los Sanfermines por las calles Estafeta y Mercaderes. La tranquila conversación con Maribel Roncal, hospitalera de Cizur Menor, que es una tradicional y versada figura en el Camino similar a nuestro "Jato" villafranquino. Pensar en voz alta y responderte a ti mismo. El Cristo renano de la Iglesia del Crucifijo en Puente la Reina. La tristeza por aquellos que no pueden continuar el Camino. El par de alemanes y el brasileño que se alimentan exclusivamente de pan, mortadela y vino. Acordarte emocionado de todos a las personas queridas y que se han ido ya. La espectacular iglesia octogonal de Santa Maria de Eunate. Los enormes campos de habas y espárragos a punto de recolección y cultivados con esmero. El cariño y respeto de la gente hacia el peregrino. El sabor inigualable de un bacalao con fritada de verduras en Estella. La tranquilidad de espíritu que experimentas recorriendo el claustro de la Iglesia de San Pedro de la Rúa. La incertidumbre matinal de si te andarán las piernas como en días anteriores. El enorme bullicio de gente alrededor de la Fuente del Vino en las cercanías del Monasterio de Irache. Comprobar con satisfacción que la mochila pesa cada vez menos en una ya cada vez más acostumbrada espalda. El deleite corporal de las diarias duchas con agua hirviendo a punto de despellejarte la piel. La inigualable cúpula Iglesia del Santo Sepulcro, en Torres del Río, copia exacta de la existente en Jerusalén o la fascinante Iglesia de Santa María en Viana. La entrada en tierras riojanas con un calor de 30 grados y aire sahariano. El animado ambiente de la logroñesa calle del Laurel. Pensar ya en el agradable regreso a casa. Meterte en una placentera cama con sábanas pensando que sí... que las incertidumbres han quedado atrás y que, nuevamente, has sido capaz.

miércoles, abril 15, 2009

Estimados amigos. Ha pasado ya mucho tiempo desde que, en aquél ya lejano otoño de 2005, Oswaldo, apreciado amigo y administrador de este blog, insistiera para que fuera dejando por escrito retazos de la memoria, recuerdos y vivencias de la infancia, en esta hoja virtual. Ahora, transcurridos ya casi cuatro años y cerca del centenar de relatos, toca ir pensando en cerrar esta etapa... "pasar página”, como se dice ahora.

Durante todo este periodo, mi máxima preocupación ha sido evocar apuntes y situaciones de mi querida y siempre añorada Villa y de sus personajes más entrañables sin ofender a nadie. Por eso, pido disculpas por si en alguno de los escritos agravié o deshonré sin intención la memoria de alguno de nuestros vecinos o conocidos. En el fondo, bien lo saben aquellos que han seguido estos relatos desde el principio, nunca hubo, aunque haya parecido en algún momento, intención de insultar o denigrar a nadie. Pido público perdón, pues, si alguien se ha sentido ofendido.

Repasando estos trazos personales sobre los años 60 en la Villa me he dado cuenta que contienen numerosas lagunas: unas veces fruto del olvido… en otras ocasiones ante la incapacidad emocional para describir personas y situaciones: ¿Cómo describir en un folio la rica y compleja personalidad de Ramón “Mon Cagaleta”, Enrique Senra “Ranguiñas”, Manolo Blanco “Canteiro” o nuestro componedor de paraguas y arreglador de perolas “Perjuicios” y el siempre entrañable Domingo Rebollal?;… ¿es posible reducir a unas líneas la caleidoscópica genialidad artística y humana de Norberto Beberide , al que tuve la suerte de conocer y visitar en su estudio mientras, incansable, creaba su particular visión sobre “El Quijote”?... Otras muchas situaciones y personas han quedado, lógicamente, escondidas en el ámbito privado.

Y ahora me vais a permitir una licencia más personal ya que no quiero dejar pasar la ocasión para recordar aquí la ausencia de dos íntimos amigos que el destino nos ha arrebatado en este tiempo y cuya falta sigue pesando como una losa en nuestro ánimo. Ellos son Emilio Rodríguez Ursinos “Milo” y Carlos Fernández “Carolo”. Gracias a los dos por vuestra amistad y por las horas vividas juntos, regalos vitales e imborrables para el que esto escribe.

“Retratos de una época” echa el cierre. Todavía no sé si de forma momentánea o definitiva. El tiempo y los recuerdos irán marcándolo... Ello no supone, como no podía ser de otro modo, el fin de mi colaboración con Miradas3. Os adelanto que, de acuerdo con el señor administrador de este blog, una nueva sección está ya “en cocina”.
Gracias a todos.
garciaberciano.

domingo, abril 12, 2009


“El invierno no es pasado, mientras Abril no ha terminado”.
Sin llamar. Casi de forma sorpresiva, la primavera se colaba por las rendijas de nuestras vidas. Sólo los mimosos en flor y la vuelta de las primeras golondrinas indicaban que el invierno se batía en retirada para dejar paso a un tiempo nuevo… Como compañía a este nuevo ciclo vital, allá por mediados de marzo, no tardaría en llegar el esplendor de los almendros, cerezos y manzanos en flor.

PRIMAVERA

La tristeza del largo invierno daba, por fin, sus últimos coletazos. Como todos los años, la estación fría se había hecho interminable: los días cargados de clases daban paso a unas noches carentes de atractivo alguno, si exceptuamos las escasas y, la mayor parte de las veces, ilegales escapadas a los soportales de La Plaza para echarse alguna partida de chapas, jugar al “burro”, “a la una anda la mula” o al “pañuelo”.

Días cortos y noches largas que, de repente, casi sin avisar, comenzaban a invertir su ecuación natural. En ese sentido, la Fiesta de “Santo Tirso” siempre marcó un antes y un después en los inviernos de la Villa. A partir de Santo Tirso, el día iba ganándole poco a poco la partida a la noche, la cual, en un repliegue estratégico, esperaba que, pasados unos meses, volviese a llegar su turno y, con el otoño ya en pleno apogeo, pudiese volver a enseñorearse del discurrir de nuestras vidas.
La primera manifestación de que un tiempo diferente estaba al caer era la puesta de largo de los “mimosos”; un árbol bello que siempre me ha fascinado por su gallardo porte, olor, color y capacidad para resistir los crudos inviernos mientras prepara su mejor traje de gala con el fin de alegrarnos la vista y el espíritu.

El segundo síntoma de que la primavera estaba llamando a la puerta procedía de lejanas tierras africanas. Antes de estos tiempos en los que el clima nos desconcierta un año sí y al siguiente también, los largos inviernos hacían desaparecer, casi por ensalmo, el canto de los pájaros. En los meses más crudos, sólo algunos, los más atrevidos y adaptados (como pardales y cochorros) soportaban los rigores de la estación fría. Las cigüeñas hacían siempre honor al refrán y, en los albores de febrero, fieles a la cita por San Blas, realizaban ya sus primeros y tranquilos vuelos por la Villa en busca de comida y palos para recomponer los nidos maltratados por el abandono durante meses y la crudeza invernal.

Los villafranquinos hemos estado siempre muy apegados a esta ave zancuda, símbolo del “buen agüero”. Como prueba de ello baste un botón: en las primeras elecciones al parlamento europeo que se celebraron en España, recuerdo que la jornada electoral pasó a un segundo plano en la Villa. Todos los comentarios, ese día, giraron en torno a la buena nueva de una pareja de cigüeñas que, después de muchos años, habían decidido volver a habitar en el campanario de la iglesia de San Nicolás. La expectación fue máxima y me atrevo a asegurar que, a última hora de la mañana, había más gente apostada delante de la fuente de “Las Vacas” que cumpliendo en las urnas.

A esta presencia aérea de la majestuosa cigüeña en febrero no tardaba en unirse otra ave migratoria, pequeña y escurridiza, hábil voladora de alas estrechas y cola horquillada. En vuelos de más de 10.000 kilómetros desde los templados inviernos africanos, las golondrinas volvían a su hogar berciano para continuar el ciclo vital. En el alero de la hoy desaparecida enorme casona de la plaza de Santa Catalina, se aposentaba un buen número de estas siempre ágiles y alborotadoras compañeras del buen tiempo.

Pero la incipiente primavera nos traía otras novedades que mutarían, en semanas, los colores invernales. Las huertas delante del pozo de “Las Bolas”, “El Sucubo”, “Las Vegas” o “La Estación” comenzaban a despertar a la vida tras unos inviernos cargados de lluvias, nieves y heladas.

Todos los años era lo mismo pero, a la vez diferente... Un tiempo único que arrancaba con renovadas fuerzas en una combinación sinfín de naturaleza y vida que me ha hecho recordar una frase de la entrañable película “Amelie”, del director francés Jean Pierre Jeunet:

""La vida no es más que un interminable ensayo de una obra que jamás se estrenará"".

martes, marzo 31, 2009

TIEMPO DE PASIÓN.
Las campanas de San Francisco llamando a misa. La incipiente primavera colándose por las calles y huertas de la Villa. La ilusión por “estrenar” ropa el Domingo de Ramos. Las siempre impresionantes lágrimas de “La Dolorosa”. La halagüeña perspectiva de unos días sin colegio. El atronador y estremecedor silencio de la “Procesión del Silencio”. La búsqueda y confección del “ramo”. Los balcones engalanados. Las filas de capirotes procesionando por las calles. Los “Ejercicios Espirituales” previos. Los primeros paseos primaverales por el Campo de La Gallina para probar el trineo bien untado de sebo. Días de “vigilia” imposibles de quebrantar. Escaparse de la procesión del “Ecce Homo”, la noche del martes, para ir a recoger caracoles. Las velas encendidas y enfundadas en “paravientos” de papel de celofán o tulipas más sofisticadas. Las amenazas con ir a parar a la “caldera de Pedro Botero” para toda la eternidad. El “arroz amarillo” con conejo del Domingo de Ramos. Los escapularios de los “ofrecidos”. El “lavado de pies” a los más débiles en La Colegiata. El chocolate con churros después de “El Santo Encuentro”. La visita a las iglesias ornamentadas en la tarde de Jueves Santo (“Las Estaciones”). Las partidas a “la peonza” sin que se te llenara la cuerda de barro. El sincronizado balanceo de los pasos. Las golosas “torrijas” de pan, leche, huevo y canela. El brazo articulado de nuestro siempre reverenciado “San Juanín”, la imagen preferida por la gente menuda generación tras generación. El cucurucho de patatas fritas de Pepe “Pájaro”. El inacabable Sermón de las “Siete Palabras”. Las rondas de “limonadas”. El siempre solemne Santo Entierro del viernes por la noche y la sobrecogedora urna de cristal con el Cristo muerto escoltado por la guardia civil. El alegre volteo de campanas del domingo de Resurrección. La ansiosa espera del paquete de avellanas que Lisardo traía siempre, como regalo, de la festiva Pascua de Cacabelos. En definitiva: una Semana Santa en la Villa.

miércoles, marzo 25, 2009

No lo dudó ni un instante. Él era un tipo resolutivo,... vamos... un tipo con la “sangre caliente”.
Bastó un simple comentario de mi abuela Elena sobre las hipotéticas penurias de uno de sus hermanos para que se pusiera en marcha, con la determinación que tuvo siempre a la hora de ayudar a los suyos.
Ese día, cuentan quienes estaban con él en la cocina baja de “Casa Soutín”, que Segundo se fue disparado como una bala hacia las diferentes habitaciones y, tras el conveniente “rebusco” por todos los armarios, se enfundó, en un santiamén, uno encima de otro hasta seis pantalones ( si… no me he equivocado… habéis leído bien,… seis pantalones) para soportar el frio y la nieve, en un helador día de diciembre de la postguerra ,y poder así cumplir su objetivo: bajar andando desde Viaríz con un “feixe” de leña para su hermano Lisardo, recién casado e instalado con Emérita en la Villa.

Mi tío Segundo.

Nadie me podrá decir lo contrario: todos hemos tenido siempre una persona en la familia por la que sentimos un poco más de aprecio, o debilidad, que por el resto. En mi caso, nunca he tenido la menor duda. He apreciado siempre mucho a todos mis familiares pero el cariño hacia Segundo (una estima, por cierto, compartida por ambas partes) siempre fue muy especial.

Este ser emprendedor, buena persona, recto y “coñero” a la vez, trabajador incansable, adelantado motorista con casco para su época, trasegador pertinaz de vino y todo tipo de destilados legales e ilegales, fue el paradigma de la osadía de los siete hijos de Inocencio y Elena, mis abuelos paternos.

Nunca se achantó ante nada y ante nadie. Amigo de remedios caseros (aquí os he hablado ya de su método de friega de ortigas para combatir la pulmonía), visitador de "compostores” y curanderos, convencido de que las medicinas cuanto más caras…más buenas, Segundo sufrió, como todo hijo de vecino de Viaríz en aquella época, una infancia y adolescencia llena de trabajo y estrecheces. Se deslomó por los huertos empinados del pueblo, pastoreó cabras y ovejas, curtió la piel en siegas y vendimias, se buscó la vida como albañil y cualquier otro trabajo temporal que le salía al paso.

Su carácter recto, noble y abierto, de verbalizar siempre lo que pensaba, le hizo granjearse buenas amistades, aunque también algún que otro enemigo. En “Casa Soutín” siempre se le consideró como el “arrematao” de la familia.
Nunca se arredró ante nada ni ante nadie, sobre todo a la hora de defender a los suyos…Como aquél día en que cansado ya de que un vecino del pueblo se metiese y pegase continuamente “pescozones” a Domingo, su hermano pequeño, Segundo tomó la justicia por su mano. Al verlo llegar lloriqueando una vez más a casa, Segundo no se lo pensó dos veces: le advirtió a mi abuela que sería la última vez que a Domingo le pasaba algo similar, cogió un pico y una pala, se fue en busca del agresor de su hermano, lo sacó del pueblo y, cuando lo encontró mi alarmado abuelo, Segundo, a punta de escopeta, hacía cavar un hoyo al pobre infeliz después de asegurarle:

-“Cava hondo porque ésta será tu tumba. Se te acabó pegarle a mi hermano,… cabrón, que eres un cabrón que sólo te atreves con los más inocentes ”.

Conociendo su carácter, yo, después de tantos años, tengo todavía mis dudas si la amenaza era real o no... la “puesta en escena” desde luego sí que fue “impecable”.

Tras una mili interminable, Segundo comenzó a “rondar” a Pilar, una moza de Villagroy que, pasado el tiempo, se convertiría en su mujer. Con sus mejores galas, mi tío emprendía camino hasta el pueblo vecino todos los domingos por la tarde para volver, ya de noche cerrada y a la luz de un farol, de regreso a casa. Todos los miembros de “Casa Soutín” le advertían una y otra vez lo peligroso de andar de noche, sin compañía, por los caminos. Dada la insistencia de padres y hermanos sobre esos supuestos riesgos, Segundo descubrió un día sus cartas… su arma secreta para combatir posibles problemas. Se fue a la habitación y volvió a la cocina con un buen manojo de bombas de mano que había “decomisado” en la mili del polvorín donde estuvo destinado unos meses….

-“Non hay problema, -dijo mi tío-,… si me sae alguén e me quere mancar lle mango una bomba e xá está”.

Amante de “mambos” y “pasodobles”, Segundo encaró sus últimos meses de vida poniendo, como él decía, “las cosas en su sitio”. Antes que la enfermedad lo dejase en silla de ruedas y postrado definitivamente en la cama, este blasfemador nato se puso a bien con la hasta entonces ignorada iglesia (“por si acaso… que nunca se sabe que hay después….”, me dijo un día).

Su funeral y entierro fue un compendio, un tributo a su sempiterno carácter “coñero”: dada la cantidad de gente que acudió a despedirlo, el féretro fue velado las últimas horas en la explanada delante de su casa, mientras sus gallinas picoteaban alrededor del ataúd.
Cuando llevamos sus restos a la iglesia, el cura se deshizo en alabanzas hacia él: “una vida dedicada a Dios…” tronaba el sacerdote, mientras los miembros de la familia nos dábamos codazos y reprimíamos la sonrisa recordando al siempre descreído ex blasfemador.
Camino del cementerio (y como nos encontrábamos en periodo de caza), un todoterreno impedía el paso por lo que tuvimos que voltear la caja mortuoria casi de canto, mientras toda la comitiva fúnebre se convertía en un enorme y embarullado tapón… Y ya para remate, a la hora de meter sus restos en la fosa (que él mismo había construido), descubrimos que el féretro no cabía en la tumba….En sus mediciones, Segundo no había previsto una caja con ribetes y resaltes en las cuatro esquinas por lo que hubo que interrumpir nuevamente la ceremonia e ir a buscar un machado al pueblo para recortar las peanas de apoyo del ataúd….
Estoy seguro que su espíritu burlón no dejó de sonreír ni un solo instante.
Así era Segundo, mi tio.

jueves, marzo 12, 2009

(La frase se ha convertido en todo un ritual. Parece que esté escuchando a Carlos de “La Alameda” o Toño del “Pitillo” hacer la pregunta de rigor: ¿unas “gotas” con el café?)
"Agua de Fuego”
Es, sin duda, la mejor definición del “aguardiente” o al menos la que a mi, particularmente, más me ha gustado de todas las formas que he oído para describir este nuestro violento bebedizo.

Lo de “Agua de Fuego” lo escuché por primera vez, hace muchos años, en la típica película del Oeste que el Cine Villafranquino ofrecía a su distinguida clientela los fines de semana. Los “indios” descubrían el alcohol y un destilado, al que llamaban “whisky”, que los vaqueros bebían profusamente, sobre todo en el “saloon"… En alguna de las múltiples películas que proyectaba con maestría Pedro Baliñas (salvando algún “salto de cuadro” que otro, pitado como aviso desde las cuatro esquinas del cine), los “pieles rojas” o “comanches” se convertían en adictos al destilado de los “cara pálida”. De ahí, trasladar la denominación "agua de fuego" a nuestro aguardiente fue un paso fácil: agua por su color y fuego por su aspereza y potencia.

En la Villa, en los inicios de la década de los 60, era por cierto esto del whisky (como el ron, la ginebra o el vodka ) una bebida tan exótica como el “Licor 43” o el “Cointreau”… Todavía tendrían que pasar unos cuantos años para que el “DyC” (“Selected Blended”, rezaba en su etiqueta), nuestro whisky nacional, se introdujese como una de las bebidas habituales de los villafranquinos , rompiendo la hegemonía de la larga lista de marcas de coñacs y anís, las dos bebidas cuyas botellas poblaban, casi en su totalidad, las estanterías de bares, cantinas y casas de comida de la Villa.

En este recorrido por los alcoholes de la Villa no quiero dejar de citar, por cierto, un bebedizo local y, lógicamente, también explosivo: la famosa “Carga”, una combinación exclusiva y barata que la “Sala de Fiestas – Pista Pancho” del señor Francisco Rico, el siempre recordado Paco Pancho, ofrecía a su clientela los domingos y festivos en su habitual baile con orquesta. Nunca llegué a conocer la composición del brebaje… si constaté, en persona y varias veces, sus mareantes resultados.

En los últimos días de enero o a comienzos de febrero, antes que comenzasen las tareas agrícolas de la ya cercana primavera, en Viaríz, llegaba a las manos del abuelo Inocencio la alquitara para hacer el aguardiente.Todo un rito comunal que los vecinos se iban pasando unos a otros en los estertores del invierno para tener “carburante casero” el resto del año.

Con la alquitara abierta y una buena base de “xarmento”, el abuelo vertía el “bullo” y los garrafones de vino precisos, sellando finalmente la pota con una mezcla, si no me falla la memoria, de agua, harina y “salvao”. Así, con la paciencia debida, comenzaban a caer “postura” tras “postura” de aquél exótico destilado en un laborioso trabajo al que Inocencio no le quitaba ojo como buen supervisor, durase el tiempo que durase toda la operación.

El carácter explosivo de los resultados del alquimista de “Casa Soutín” lo puede constatar la siguiente anécdota que paso a relataros.

Un frío día en el que Inocencio preparaba el aguardiente, llegó a Viaríz un hombre que, año tras año, pasaba por diferentes pueblos de la zona para comprar pieles. El abuelo le enseñó las pieles de oveja que tenía, discutieron el precio y sellaron el acuerdo con un apretón de manos. Inocencio, como buen anfitrión, le ofreció al comprador de pieles un vaso de vino pero él, girando la vista hacia la alquitara en marcha, le dijo que prefería un poco de aguardiente…. Y, ni corto ni perezoso, se dirigió hacia el pozal donde, gota a gota, caía el preciado licor.
El abuelo, prudente, le dijo:

-Xa lle saco un pouco da jarra que ese é forte e estalle muy quente.

El hombre lo miró con autoridad y le dijo que no… que él quería del recién hecho y que no importaba que estuviera caliente.
Con cara de compasión, Inocencio le acercó un vaso y el comprador de piel lo llenó hasta el borde. En un santiamén, el invitado se llevó el vaso a la boca y lo trasegó de un único trago.
Los efectos fueron fulminantes. Como un tablón que dejas caer hacia atrás, el comprador de pieles dio un ligero traspiés y cayó, todo lo largo que era, en el barrizal próximo, una mezcla de barro y plastas de vaca.

Mi abuela Elena, que estaba viendo toda la operación desde la ventana de la cocina salió gritando:

-Ay, Inocencio, mataches a ese home…. O mataches, mientras corría a socorrer al inconsciente accidentado..

Inocencio ni se inmutó y le contestó a mi abuela:

-Xa o dixe: que era forte e estaba quente pero insistiu tanto que non o pude convencer.

Mientras decía esto, Inocencio me giñó el ojo con una sonrisa picarona bajo su inseparable boina.

Y hablando de mi familia y su relación con el “agua de fuego” contaros una anécdota que me recordó días pasados mi hermano Lisardo: en "Casa Soutín" vivía, con Inocencio y Elena, mi tío-abuelo Darío, hermano de mi abuela Elena, que murió con 96 años de “muerte natural” (o sea, de viejo). Cuando fueron a recogerle la habitación tras su fallecimiento, al tío Dario le encontraron escondidas, debajo de la cama y en la rústica mesilla de noche, unas 20 botellas del preciado licor… unas sin “encetar”, otras escurridas hasta la última gota,… no sé bien si para combatir los largos y crudos inviernos o para alegrar las penas de una vida llena de trabajo y estrecheces… O quizás por ambos motivos… ¡¡¡ quien sabe ¡¡¡

martes, febrero 24, 2009

Martes de Carnaval. Años 60.
-“Esta tarde hay clase. El que no venga y se disfrace o vaya al baile estará en pecado mortal”.

El mensaje de las monjas era claro y contundente. De hecho, yo salía siempre del colegio con el alma encogida por aquella amenaza que, pese a repetirse año tras año, nadie atendía. Camino de casa, mi interior se debatía entre la advertencia eclesiástica y la satisfacción de disfrutar de una tarde sin clase, con desfile de “Mascaritas” por la Plaza y visita incluida al “baile infantil de Carnaval” en “El Mercantil”.
La Villa se daba, tal día como hoy, un respiro en el largo y crudo invierno. Durante las semanas anteriores no se hablaba de otra cosa. Los preparativos del Carnaval se envolvían siempre en un halo de misterio. Los operarios de la Sastrería Lisardo eran, para mí, el mejor termómetro: ante mi insistente pregunta a todos ellos para que me dijesen de qué se iban a disfrazar ese año, todos ponían “cara de póker” y se acumulaban las mentiras o medias verdades: “no sé todavía”;… “yo este año no me disfrazo”;“¿para qué lo quieres saber?”...
Sea como fuere, lo que sí observaba es que, en los días anteriores, muchos de ellos se quedaban a coser o planchar, fuera de su habitual horario laboral, prendas y ropajes que no veía el resto del año por la sastrería…. Y es que, amigos míos, en contra de los rigores sociales al uso marcados por el Régimen de aquella época, Villafranca (creo haberlo contado ya alguna vez) era una de las escasas poblaciones españolas donde el Gobernador Civil permitía a sus gentes ir completamente enmascaradas en Carnaval. Eso le daba un aliciente especial a la fiesta. No ser reconocido era una de las premisas y principal objetivo de cualquier disfrazado.
El martes de Carnaval era una “semi-fiesta” no declarada en la Villa. Tiendas y comercios funcionaban a medio gas y, más pronto que tarde, echaban el cierre para ir llenando de colorido La Plaza…. Desde las cinco, los protagonistas éramos los niños… la noche era territorio exclusivo de los mayores. Los dos principales focos de atención eran, además de la calle, los bailes de disfraces de “El Mercantil” y “El Casino”. Buenas orquestas, mucho ambiente festivo, “confeti” a mansalva, máscaras de cartón compradas en la imprenta Nieto y disfraces, multitud de disfraces –unos más elaborados, otros hechos sobre la marcha con lo primero que caía a mano-… todo valía para una población que, desde siempre, ha vivido el Martes de Carnaval como una de las fiestas grandes del año.
Las dudas, remordimientos y preguntas hacían su aparición, de nuevo, al levantarse al día siguiente: ¿Me castigarán las monjas por no haber ido al Colegio ayer por la tarde?, ¿Estaré en “pecado mortal”?...
Con el corazón medio encogido, escudriñaba la reacción al entrar en clase… y, para mi gozo interior, veía que no pasaba nada… que nunca pasaba nada. La amenaza de las monjas el día anterior quedaba en “agua de borrajas”… quizás porque nos encontrábamos ya en el “Miércoles de Ceniza”, la puerta de entrada a una larga “Cuaresma” plagada de misas, rosarios y “ejercicios espirituales” para espiar los pecados del Carnaval.

domingo, febrero 15, 2009



(Su evocación me trae siempre un estremecimiento de placer tan intenso como el que me producía escuchar, entre sábanas, el paso de la banda municipal de Monforte de Lemos por la calle Jesús Adrán, recordándonos que la Villa vivía con alegría una nueva jornada de la fiesta del Cristo).

ALBORADA

El canto de los gallos en el “cabanal” y el alegre gorjeo, anunciando un nuevo día, a cargo de pardales, “paporrubios” y cochorros en la higuera y el cerezo cercanos a la casa de la abuela Olimpia y el siempre recordado herrero Belarmino, eran las primeras señales de bienvenida de un nuevo día. Viaríz, el pueblo de los García y los Sánchez, estaba ya a punto para conmemorar, un año más, la Fiesta del “Sanamede”.

En la tarde anterior, Emérita, mi madre, mi hermano y yo (a mi padre le tocaría seguir en la sastrería hasta el día siguiente) , pertrechados con las mejores galas, nos habíamos trasladado al “Stop” para coger el “camión de los obreros” que nos llevaría a nuestro destino a través de una carretera que tenía, desde la curva del Mirador de Corullón, más de pedregal que de vía de comunicación.

El citado camión recogía a muchos vecinos de Hornija, Viaríz, Cadafresnas, Melezna, Los Mazos y Moral que durante la semana dejaban su esfuerzo en minas y otras obras o fincas por todo el Bierzo y regresaban, el sábado por la tarde tras la jornada laboral, a pasar unas horas con sus familias.

Era, en aquél momento, el único medio regular de transporte de la zona, si exceptuamos el entonces casi inaccesible servicio de taxi o el más barato de todos “a base de zapatilla” por el Camino del Real. (Todavía faltaban unos años para que el siempre emprendedor Pepe Iglesias comprase el primer autobús de segunda -o ¿tercera?- mano e inaugurase la “línea” Villafranca-Cadafresnas. Faltaba, también, algún tiempo para que Dionisio “Ruchán”, de Hornija, comenzase sus constantes viajes con el impresionante Landrover-Santana, admirado vehículo de todos los habitantes del canal).

Pese a estar en el mes de agosto, las mañanas eran frescas. Desde el corredor de la casa de la abuela, justo al lado del horno donde se cocía el pan, se abría, entre una ligera bruma matinal, la cercana Hornija y los valles y montes de Sobredo, Arnadelo, Cabeza de Campo, Los Mazos así como la inquietante y oscura Pena do Seo. Lugares que aparecían desdibujados tras una noche que dejaba una ligerísima capa de rocío en el “alcarcer”, la comida-base de los conejos de la señora Olimpia.

Desde la cama, oía ya el parsimonioso “escachapelear” de la abuela por la cocina junto al lento runrún de algún carro tirado por esas vacas que, en todos los pueblos del Bierzo, han servido, durante décadas por no decir siglos, para un roto y para un descosido: daban leche, servían de tiro del carro y para labrar la tierra con los sempiternos arados romanos, se vendían sus terneros y ellas mismas terminaban sus días en un trueque o hechas carne… (¿Quién da más?).

Mis sentidos permanecían alerta de todo lo que me rodeaba. .. Se acercaba la hora de levantarse. Había que abandonar la cómoda y caliente cama con colchón de lana, que la abuela “vareaba” sin piedad cada verano, para enfrentarse a un día lleno de agradables sorpresas. Lo primero sería desayunar aquella deliciosa “leite migada con pan” para, posteriormente, subir a Casa Soutín a ver a los abuelos “de Arriba” y, en un santiamén, marchar a “O Couso” a esperar a los músicos que amenizarían, casa por casa, la Alborada, la misa y el baile “en sesiones de tarde y noche”.

(continuará…)

domingo, febrero 08, 2009


Buenassss, después de unos dias con un gripazo de aupa que me ha tenido entre caldos y mantas toda la semana. La fiebre me ha jugado estos días malas pasadas. Un ejemplo podría ser el no encontrar algo que tu cabeza dice haberlo dejado en un sitio determinado. Lo vás a buscar y no está. Busca y rebusca... y nada. Al final lo que buscas lo encuentras pero en un sitio diferente y, perplejo, aseguras categórico para tí mismo: "yo, eso no lo he dejado ahí".

Esto me ha hecho recordar a un personaje mitológico, enredador y "coñero" de las aldeas bercianas (y del que se habla también en otras regiones del norte peninsular). Son los famosos "Trasgos". Hace unos meses cayó en mis manos un curioso libro, obra colectiva de varios autores, titulado"Bierzo Mágico".
En este recorrido por el mágico Bierzo, José A. Balboa de Paz, un gran estudioso de todo lo berciano, hizo un apartado dedicado a "Mitología Berciana" y en él reflejó el carácter del

EL "TRASGO" BERCIANO

Dice José A. Balboa de Paz :

"El mito del duende o trasgo es común a todos los países del oeste y norte de Europa, pues al parecer tiene origen celta; otros, por el contrario, lo asimilan a los lares romanos, especie de espíritus protectores del hogar y de los campos, e incluso a los larvae y lemures considerados como almas perversas de ciertos difuntos, que errabundean por los campos y casas molestando a sus moradores.
Covarrubias, en 1611, lo define como “espíritu malo que toma alguna figura, o humana o la de algún bruto, como es el carbón”.
En realidad se trata de un ser de pequeño tamaño, travieso y juguetón que se introduce en las casas, especialmente en la cocina o en las cuadras, y lo revuelven todo, aunque también tiene la manía de dejarlo luego ordenado.
Del Llano Ovalle, en 1896, recuerda que los niños bercianos cantan en corro esta canción: “¿Quién será el duende/ que anda por ahí?/ que ni de día ni de noche/ nos deja dormir...?”.

Algunos visten un gorro colorado –en Asturias se le llama “el del gorru colorau”– y suelen tener la mano izquierda agujereada. También si se le manda la tarea de contarlos le ocurre lo mismo pues no sabe contar mas que hasta cien, diez o dos, y cuando llega a esas cifras deben empezar de nuevo por lo que se aburre y también se va (Callejo y Canales, 1994; Cabal, 1945; Castañón,1976; Poncelas, 1993).

Al trasgo se le confunde muchas veces con el diablo burlón y a este con aquel. El trasgo o diablo hace muchas travesuras. Alicia Fonteboa recogió en Ancares esta narración de labios de una señora: “Estábamos en la cama. Viu un ancarés y en esto andaban con los palos arrastro. Y el marido mío, dice: ¿pero quen é este que anda por eiqui?, quen é? Pasó un ratadín y al ratadín volviu outra vez a enredar ailí. Era el diablo. Dice el home: ¡como me levante engánchote por las orellas y amátote! Y en esto marchou el diablo pateando por la habitación y aplantouse en una ventana y desde ailí saltó pra abaixo y ya non vimos mas nada” (Fonteboa).

Otra de sus trastadas consiste en enredar con los animales. En Viñales el trasgo solía entretenerse al estilo de los follets catalanes, es decir, trenzando las crines de las caballerías y provocando estruendos de lo más variado con el único propósito de no pasar desapercibido (Canales y Callejo, 1994).

Una de las anécdotas mas frecuentes del trasgo –trasno se dice en Ancares– es la de mudarse de casa con los vecinos cuando estos, aburridos de sus trastadas, deciden abandonar su casa. “Andar de casa mudada” suele ser la fórmula con la que terminan muchos cuentos, como este recogido en Ancares: “Un día que no estaba la ama fue (el trasgo) a la corte de las vacas. Antes se comía en unas cazolas de barro. Llegó el demonio a casa, fue a la corte y llenó las cazolas de boñigas de las vacas. Fue arriba y dijo: hoy fixemos papas, hoy hay que comer papas, que hoy fixemos papas. Y cuando llegaron los otros a casa vieran las cazolas llenas de basura de las vacas, y él muerto de risa". Hacía muchas tonterías. Entonces decidieron cambiar de casa. Ir para otra casa para ver silos dejaba en paz el demonio y cogieron las cosas que había antes, que eran muy pocas; antes no había nada. Marcharon con todo a otra casa y les quedaba un rastrelo de lino y o que ven detrás dixo: andamos de casa mudada, pero inda nos quedo el rastrelo y voy a ir a por él, decía el demonio (el trasgo) (Fonteboa)"...

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De pequeño, mi padre me contaba todo serio que a él, cuando se le cabreaba el "trasgo" de la sastrería, empezaba a defectar y vomitar trozos de trapo, güata para hombreras y entretela, además de esparcirle los botones de los abrigos con los que, a escondidas, comencé yo a confeccionarme los primeros "yo-yós".

Cuando se dedica a incordiar, es muy difícil deshacerse de él y si los dueños de la casa deciden mudarse a una nueva, no tarda en aparecerse tras ellos.
Para echar a un trasgo de casa se le suele encargar alguna tarea imposible. Por ejemplo:
•Traer un cesto lleno de agua.
•Recoger harina o cebada del suelo (se le escapa por el agujero de la mano).
•Blanquear un carnero negro.
•Echarse un "cuesco" o ventosidad y pedirle que nos lo "pinte de verde".

En su testarudez y como se cree capaz de hacerlo todo, aceptará el reto, pero al pedirle cosas imposibles que no logra llevar a cabo, sentirá herido su orgullo y se irá de la casa para siempre.

miércoles, enero 14, 2009

Acabo de enterarme del fallecimiento de Gaston Lenôtre, considerado como uno de los "grandes" de la cocina gala, también conocido como el renovador y auténtico "rey de la repostería francesa".
Desde que, en 1957, Gaston Lenôtre abriese su primera tienda en París, este reputado chef -según cuenta la noticia- trabajó en el desarrollo de la repostería, a la que aportó nuevos sabores y gustos más ligeros a través de sus célebres 'bavarois, macarons charlottes y mousses'; todos ellos ya platos auténticamente emblemáticos de la cocina francesa.

La imaginación me ha trasportado (¿cómo no?) a la Villa y a sus pastelerías; sus obradores y dulces manjares .

LA VILLA EN DULCE

Ya lo he contado alguna vez y confieso de nuevo mi culpa:: soy un "dulceiro" empedernido. Creo que el amor a los bombones, chocolates, pasteles y tartas está intrínsecamente unido a mi genética paterna. Concretamente a mi abuela Elena se le hacían los ojos "chirivitas" cuando íbamos a visitarla y mi madre le llevaba como presentes una caja de pastas de manteca y una tableta del ponferradino chocolate “Tabuyo". Después de los consabidos besos y frases de bienvenida, la abuela desaparecía por arte de magia para esconder tan preciados tesoros en algún recóndito lugar. Un escondite que ni este husmeador de dulce ni mi prima Nieves, -colega de estudios, juegos y correrías- fuimos capaces de encontrar nunca, pese a revolver Roma con Santiago en la enorme casa de los "Soutín".

Hoy en día, la pastelería de Tito, en La Plaza, mantiene la tradición y el sabor original de las confiterías de la Villa… En los años 60, cuatro eran los principales centros del dulce: La Confitería “La Concepción” y la de Guillermo en la calle del doctor Arén y las Confiterías “Ledo” y “Beberide”, en La Plaza.
De estos cuatro establecimientos, sólo sobrevive la Confitería del maestro pastelero Tito que ha mantenido la tradición y esa forma tan especial de hacer el dulce en los obradores villafranquinos y hoy nos sigue deleitando con lo mejor de su repertorio.

Cerrad los ojos, dejar volar la mente y decidme si no resulta dificil sustraerse al verdadero deleite que supone reparar el paladar con el sabor de uno de sus livianos y esponjoso “merengues” salido de su obrador. Un pastel, mezcla de azúcar con claras de huevo batido; primero con la paciencia en la mano, luego con eléctricas máquinas…

En un orden de apetencia claramente personal, el “milhojas” continúa siendo un pastel de los predilectos. En las múltiples horas que pasé en el obrador de la Confitería “Ledo”, el siempre recordado Pepe Bermudez me explicó algunos de sus secretos. Uno de los principales, según él, era preparar un hojaldre uniforme, sin grumos e imperfecciones para que, al ponerlo al horno, las capas no quedasen pegadas y, posteriormente, se pudiesen rellenar, sin dificultad, de nata o crema las finas láminas. Pepe insistía en que, a causa de la manteca, era un pastel que había que preparar en lugares poco calurosos. Por eso ha sido siempre un dulce ideal para los inviernos.

En mi casa, yo creo que casi como en todas, sus habitantes siempre estuvieron divididos en cuanto a las preferencias confiteras. Mi padre siempre tuvo debilidad por las “cañas” de crema, mientras mi hermano y mi madre siempre se inclinaros por los “petisús”. Por el contrario, la abuela Olimpia siempre consideró las “cuñas” y “rosquillas” bañadas en almíbar como algo insuperable.

Si a todo ello añadimos los “brazos de gitano”, “cabellos de ángel”,” “pastas de manteca", “frutas confitadas” “rosquillas de anís", las extraordinarias “tartas de almendra”, los "buñuelos de viento" para Todos los Santos y, en Navidades, las “figuritas de mazapán”, los “almendrados” y las famosas “serpientes de mazapán” (y otros productos a los que la memoria ahora no me alcanza) completaremos un extenso surtido de pastelería que era (y sigue siendo) el no va más. De hecho puedo deciros que, de pequeño cuando el ánimo flaqueaba, mis pasos se encaminaban siempre hacia “la ruta de las pastelerías”.

Después de andar un buen rato de escaparate en escaparate, todo empezaba a parecer distinto, más fácil… más dulce.

domingo, enero 04, 2009

Enero de 1.962

Salvo la noticia de que un astronauta ruso, un tál Yuri Gagarin, había sido el primer hombre lanzado al espacio, yo vivía, a comienzos de 1962, ajeno a todo lo que acontecía en el mundo. Mis intereses y prioridades no pasaban por estar al tanto de la construcción, meses antes, del "Muro de Berlín"; la elección de John F. Kennedy como nuevo presidente de Estados Uunidos o el nombramiento de Hassan II como Rey de Marruecos; no sabía que en la España del "generalísimo" había comenzado a extenderse el pluriempleo como método de supervivencia para "llegar a fin de mes"; tampoco me había enterado de la muerte de Ernest Hemingway y Gary Cooper, ni que la atractiva Sofía Loren y Charlton Heston rodaban en Almería la película "El Cid"...ni siquiera había considerado como una preocupación que el tan nombrado en casa jugador de fútbol Kubala hubiera anunciado su "retiro de la práctica del balompié"... A lo sumo, junto a la hazaña del ruso Gagarin, mi mayor contacto con la realidad (además de ir al colegio, hacer los deberes y jugar todo lo posible y más) vino de la mano de mi padre quien, un buen día a la hora de comer, todo serio, nos dijo:

-He leído que han inventado un "paño" que no necesita plancharse. Le llaman "Tergal" y se seca en un "santiamén". Creo, Emérita, que con lo "xostros" y cómodos que somos los humanos, terminaremos haciendo en la sastrería más trajes de esta nueva tela que de los habituales de pana, mahón o lana. Ya lo verás....

Ajeno al devenir de los acontecimientos mundiales, transcurría para mí un tiempo con preocupaciones bien diferentes.Sobre todo, se acercaba "El día de Reyes",... el día más importante del año.


UN TREN MÁGICO.


Todavía recuerdo con nitidez la emoción que me provocó aquél regalo. Me dejó sin habla. Si me hubiesen asaeteado todo el cuerpo no habrían logrado que manase una gota de sangre de mis venas. Al ver el paquete tan grande, rasgué el papel con la emoción de encontrar un tesoro.... y eso fue, precisamente, lo que me "trajeron" los Reyes ese año. Un tesoro largamente anhelado en años anteriores. Delante de mis ojos se encontraba un hermoso tren de cuerda, perfectamente empaquetado, con una máquina, dos vagones y un conjunto de raíles que se insertaban hasta formar un círculo.

Ya lo he contado alguna vez. Siempre he tenido una especial fascinación por los trenes. Incluso ahora, en esta madurez que me retrotrae muchas veces hacia el pasado, la sola visión de una máquina de mercancías me deja embobado. Por eso, cuando en aquellas Navidades de 1961, coincidiendo con la "fiesta de la Inmaculada Concepción de María", pusieron los juguetes en la tienda de "Benito Peón" y ví aquella maravillosa caja conteniendo el tren Geyper, todo lo demás pasó a un segundo plano: decreció mi interés por las pistolas de "retralletes", las espadas de romanos, la moto "Payá", las carretas del Oeste, la escopeta de corchos o el balón de fútbol.

Todo esto carecía de importancia y pasaba a un segundo plano de mi interés frente al que yo consideraba "el juguete de los juguetes": un tren con su máquina, sus vagones y sus raíles.

Sin embargo, mi ánimo se encontraba esos días un tanto atribulado. Una duda corroía mis entrañas. La "culpa" de esta desazón la tuvo mi amigo Vicente "Talento" que, unas semanas antes mientras salíamos del colegio, me espetó en la cara:

-¿Sabes que le dijo el otro día mi hermano Milo a mi madre?
-¿Qué dijo?
-Que cúando iría a comprarme "los Reyes". Yo estaba en el pasillo y cuando entré en la cocina me hice el "longuis" y les pregunté que qué pasaba con los Reyes.
-Y, ¿qué te respondieron?
-Que nada, que como no me portase bien e hiciese todos los deberes que nos pusieron en la escuela, este año los Reyes me iban a "poner carbón" y.... cambiaron rápidamente de conservación. Osea, que los Reyes no existen.. que los Reyes son los padres, como dice siempre
"Pastela".

Mi perplejidad fue en aumento conforme se acercaban las Navidades. Pese a las frases insinuantes y preguntas inquisitoriales que yo les hacía a mis padres sobre los Reyes: quienes eran, cómo podían vivir tanto tiempo, de dónde venían, cómo se enteraban de lo que quería cada niño si todos no escribían cartas, de dónde sacaban el dinero para comprar tantos juguetes,cómo podían estar en tantos sitios a la vez,...... Lisardo y Emérita supieron mantener el tipo y unas veces con evasivas y otras tantas con medias verdades y mentiras piadosas fueron capeando el temporal de preguntas como buenamente pudieron.

Yo, pese a las respuestas, seguía con la "mosca detrás de la oreja". Por eso, cuando me dieron las vacaciones, urdí un plan para saber la verdad verdadera: si los padres eran o no los Reyes Magos.

Mi plan tenía dos partes: la primera, revolver todos los rincones de mi casa en busca del regalo; la segunda parte consistia en pegarme a ellos como una "lapa", desde la mañana a la noche, para saber si los descubría con un paquete "sospechoso" bajo el brazo, visitando o comprando en alguna de las tiendas de juguetes de la Villa.

Fueron unas jornadas agotadoras: de la sastrería a casa, de casa a la sastrería,... sin descanso. Ante la perplejidad de Emérita y Lisardo por este súbito "arranque casero", yo negaba mi interés por "salir a jugar" y me pasaba todo el día con ellos. El resultado fue claramente descorazonador: no pude descubrir el más mínimo indicio de que "algo se estuviese cociendo a mis espaldas".

Por lo que respecta a las investigaciones en casa, nada logré pese a rebuscar minuciosamente armarios, despensas, cajones, altillos, trasteros, bajo las camas y otros rincones... Bueno, matizaré, sí hice un notable descubrimiento: el lugar dónde escondia mi madre la odiada botella de "aceite de hígado de bacalao" que, a cucharada sopera diaria, mi madre me obligaba a tragar por prescripción facultativa. Al menos, en eso salí ganando: siguiendo la estrategia de Emérita, yo escondí a su vez la botella y, al menos por unos días y ante el desconcierto de mi madre, me libré de la ración del vomitivo brebaje.

Cuando el día de Reyes, trás una noche interrumpida varias veces por ruídos inexistentes a causa de los nervios desvelados, me levanté y fui a la cocina encontrándome con el regalo, mis dudas se disiparon: no sólo los Reyes existían, sino que me habían traído lo más deseado: un tren... un tren mágico.



martes, diciembre 23, 2008

(The Temptations )

"UN BERCIANO CON ALMA DE NEGRO".

No, no vayais a creer que es un invento de mi calenturienta mente.
La frase que encabeza estas líneas se pronunció en mi casa hace muchos años, en el transcurso de una tormentosa comida en la que Lisardo,mi padre, y su hijo pequeño se tiraron "los trastos a la cabeza", musicalmente hablando.

Unos meses antes, coincidiendo con mi aprobado en el "ingreso" al bachillerato, el maestro-sastre se había rascado el bolsillo y cumplió (una vez más) con su palabra. Un buen día se marchó en el coche "de línea" a Ponferrada y, después de su habitual recorrido por los almacenes de pañería y confección "Tahoces" y "Bodelón", solventó uno de mis deseos más esperados: comprarme un tocadiscos "a pilas", mi primer "picú".

Era marca "Askar". Del tamaño de una caja de zapataos, el maletín se abria por la mitad dejando en una parte el giradiscos propiamente dicho y en la otra el altavoz, unido por un cable que tuvo que ser reparado multitud de veces debido a caídas, descuidos, pisotones y un largo etcétera de accidentes. Una verdadera gozada de la técnica, que incluía un mando-pestaña con tres velocidades: 78, 33 y 45 revoluciones por minuto. 78 r.p.m destinadas a los ya por aquél entonces arrinconados discos de pizarra; 33 r.p.m. para los discos grandes, que entonces ni siquiera se llamaban "elepés", sino "microsurcos" y 45 r.p.m. para los discos que luego comenzarían a llamarse "sínguels", y que, en aquél momento, la verdad, creo recordar que no tenían nombre.

Este nuevo artilugio (con asa y todo) se convirtió en amigo inseparable, hasta el punto que, de vez en cuando y sobre todo en época de exámenes, era convenientemente confiscado para evitarme mayores distracciones y más "musarañas" de las que habitualmente poblaban, ya de por sí, mi disperso cerebro.... Y es que era muy dificil sustraerse al magnetismo de la música... bueno, digo yo, magnetismo de la música porque para mi padre lo que yo escuchaba no era ni música ni centellas.. era una auténtica "marranada": incomprensible, compulsiva, falta del rítmo al que estábamos habituados y, para más i.n.r.i., llena de giros vocales más cercanos al grito alarmante que a mecer suavemente la oreja.

Mi padre creyó que, con la compra del tocadiscos, su casa se inundaría de canciones de Rafael, Concha Velasco, Luis Aguilé, Julio Iglesias, Los 3 Sudamericanos, Karina, Bruno Lomas, Marisol o los ritmos melódicos de origen francés e italiano que predominaban, en aquél momento, en el mercado nacional de la canción....Sin embargo, Lisardo no contaba con el factor sorpresa que supuso el ingreso de mi hermano mayor en la plantilla de trabajadores de Radio Peninsular, en Madrid. Cada vez que venía a la Villa me traía, como un tesoro, discos promocionales sobrantes y prácticamente desconocidos. Él, por cierto, fue quien me habló, por primera vez, de un compañero suyo que, pasados los años, sería reconocido como uno de los grandes pioneros de la radio musical española. Me refiero al piloto de aviación Ángel Álvarez y su "Vuelo 605", cuyos permanentes viajes a Estados Unidos le permitían acercar a los aficionados españoles lo último de lo último en el mercado musical anglosajón.

Yo escuchaba una y otra vez aquella montonera de discos desconocidos... hasta que terminaron por calarme hasta los tuétanos. Un buen día, un amigo de mi hermano mayor vino a buscarlo a casa y me pilló escuchando a Otis Redding. Se me quedó mirando con estrañeza y me espetó a bocajarro la siguiente pregunta:

-Anda,¿pero a tí te gusta es "Soul"?.

Yo me quedé sin habla.... Era la primera vez que alguien me hablaba del tal "Soul", palabra por cierto que ya había visto escrita en varias portadas de discos pero que no había asociado con nada. Así que, sin saberlo, el hijo pequeño de Lisardo el Sastre había descubierto el "Soul", le gustaba con locura y, encima, su afición a esta música la hacía notar a todas horas con su inseparable "Askar".

Fue tal mi insistencia con aquella selección musical que un día mi padre, harto de tanta "mamarrachada" musical, irrumpió en mi habitación y después de atravesarme con la mirada me dijo:

-Déjame ver esos dicos.
Yo se los entregué. Él fue mirando las portadas una trás otra. Se quedó estupefacto y me dijo:

-Pero si todos los que cantan son ¡¡¡¡ negros !!!!....pero... ¿cómo puedes escuchar esto?.

Se marchó dando un portazo de la habitación. La tormenta se avecinaba. A la hora de la comida, con un plato de caldo por medio, el tribunal estaba constituído. Reproches y más reproches me cayeron en catarata: "No sé como te gusta esta música chirriante", "Gritan más que cantan", "Le diré a tu hermano que no traiga más discos de negros, excepto si son de Machín"... hasta que mi abuela Olimpia, en un arranque de sinceridad, le dijo a mis padres que, hacía unos meses, le había preguntado que "qué le parecería si de mayor me echase una novia negra".

Lisardo y Emérita se cruzaron una mirada de desconcierto y a continuación mi padre, bajando la voz, susurró entre dientes:

-"Ay que joderse... haber si tengo en casa un hijo con alma de negro"

Pasados los años, Lisardo terminaría aceptando, aunque a regañadientes, los gustos musicales de su díscolo hijo pequeño. Como estamos en Navidad, una época en la que la mente gira hacia el pasado y los recuerdos, termino esta historia berciana incluyendo algunas direcciones donde, aquellos que tengan ganas y tiempo, podreis escuchar canciones (no solo "soul") de aquellas que espantaban el gusto tradicional villafranquino avanzados los años 60:

The Temptations - My Girl (Movie version)
http://www.youtube.com/watch?v=GCRcra2o964

Aretha Franlin – Respect
http://www.youtube.com/watch?v=B16dQS4uNC4&feature=related

Stop In The Name of Love-Diana Ross & The Supremes
http://www.youtube.com/watch?v=sV7LfpkPfkI

Otis Redding (Sittin' On) The Dock of the Bay
http://www.youtube.com/watch?v=wzrXc68gNjQ

Ray Charles – Georgia
http://www.youtube.com/watch?v=Thls_tMuFkc

Stevie Wonder - You are the sunshine of my life
http://es.youtube.com/watch?v=uPyq4iqt6Go&feature=related

Platters - Smoke Gets In Your Eyes
http://www.youtube.com/watch?v=57tK6aQS_H0&feature=related

Scott MacKenzie - San Francisco
http://www.youtube.com/watch?v=DspcTcVslsI&feature=related

The mamas and the papas - California dreamin
http://www.youtube.com/watch?v=-wI6uAOHzvo&feature=related

Felices Fiestas para todos.