La Luna de mi Abuelo.
Viariz. 7 de Agosto de 1.969. Fiesta patronal en honor a “Sanamede”. Casa “Soutín”. El abuelo Inocencio se mantiene impertérrito ante la nutrida concurrencia. A los postres, cuando comienzan a desfilar por la larga mesa los flanes, roscones y brazos de “gitano”, sus 18 comensales de la Fiesta comienzan a darse por vencidos. De nada vale que sus hijos e hijas, nueras, nietos y otros invitados a la fantástica y pantagruélica comida lo hayan visto, hace escasos días, con sus propios ojos por la televisión… De nada ha servido que haya sido, sin duda, la noticia más importante del año, quizás de la década y una de las más destacadas del siglo… En ese ambiente polémico, todos los presentes comenzamos a darnos ya casi por vencidos. Nos estábamos quedando sin argumentos. El abuelo Inocencio, incólume en su opinión, insiste, en su chapurreao galego-berciano, una vez más:
-E imposible que o home chegue a luna. Todo esto e una patraña… Estache muy lejos. Non se pode,… non se pode chegar.
Unas semanas antes, los Estados Unidos habían enviado al espacio la primera misión tripulada para cumplir un objetivo espectacular y largamente acariciado en la llamada “carrera espacial” entre rusos y norteamericanos: el objetivo de llegar a la Luna.
El 16 de julio de 1969, el Apollo 11 despegaba de Cabo Kennedy con tres astronautas a bordo. Cuatro días después, el 20 de Julio, el comandante Neil Armstrong pasaba a la historia como el primer ser humano en pisar la superficie de nuestro satélite, en una zona llamada “El Mar de la Tranquilidad”. Este hito histórico había sido retransmitido a todo el mundo y el impacto de ver por televisión a alguien posando tímidamente su pié y después andando a pequeños saltos ingrávidos por la superficie lunar fue tremendo.
Fueron unas semanas en las que no se hablaba de otra cosa. Todos los críos, y muchos ya no tan críos, variamos de objetivo en nuestras preferencias a la hora de la pregunta de rigor de los mayores:
-Y tú, de mayor ¿qué quieres ser?
Hasta aquél momento, el abanico de posibilidades era amplio: conductor de la “paleadora” de Manolo “Terrible”; ser rico como Tiquio Olarte; pastelero de la Confitería Ledo; dueño del cine como Lux; conductor del autobús de la Empresa Fernández como el señor Luís; ser hijo del Alcalde para que no te riñeran los municipales;…y así un largo etcétera.
Sin embargo, la respuesta de todos los críos de la Villa durante esas semanas a la pregunta de qué queríamos ser de mayores era invariable:
-Yo, cuando sea mayor, quiero ser astronauta para subir a la Luna.
Hace ya unos meses, en una distendida y agradable conversación con el amigo Robés, le conté la anécdota del abuelo Inocencio y su tozudez a la hora de aceptar que sí, que efectivamente el hombre había llegado y pisado la Luna en aquél ahora ya lejano verano del 69. Unas pocas semanas después, Jose me envió una dirección de internet (http://www.dmae.upm.es/cienciaficcion/ESPECULACION/8/index.html) en la que se ponía en entredicho aquella hazaña histórica. No me voy a extender en los detalles pero lo que vienen a decir diversos especialistas es que aquél “alunizaje” fue un fraude en toda regla: fotografías del cielo sin estrellas, una bandera “ondeando al viento” cuando allí se supone que no hay atmósfera; fotos demasiado perfectas; motores sin llamas…y una frase inquietante del astronauta Neil Arsmtrong: “No me hagan ninguna pregunta y no les diré ninguna mentira”.
Cada uno que crea lo que quiera. Yo, por mi parte, anduve pensativo durante unos días. Por mi cabeza estuvo rondando una frase que ahora expreso en voz alta:
-¿Tendría razón el abuelo Inocencio?
Viariz. 7 de Agosto de 1.969. Fiesta patronal en honor a “Sanamede”. Casa “Soutín”. El abuelo Inocencio se mantiene impertérrito ante la nutrida concurrencia. A los postres, cuando comienzan a desfilar por la larga mesa los flanes, roscones y brazos de “gitano”, sus 18 comensales de la Fiesta comienzan a darse por vencidos. De nada vale que sus hijos e hijas, nueras, nietos y otros invitados a la fantástica y pantagruélica comida lo hayan visto, hace escasos días, con sus propios ojos por la televisión… De nada ha servido que haya sido, sin duda, la noticia más importante del año, quizás de la década y una de las más destacadas del siglo… En ese ambiente polémico, todos los presentes comenzamos a darnos ya casi por vencidos. Nos estábamos quedando sin argumentos. El abuelo Inocencio, incólume en su opinión, insiste, en su chapurreao galego-berciano, una vez más:
-E imposible que o home chegue a luna. Todo esto e una patraña… Estache muy lejos. Non se pode,… non se pode chegar.
Unas semanas antes, los Estados Unidos habían enviado al espacio la primera misión tripulada para cumplir un objetivo espectacular y largamente acariciado en la llamada “carrera espacial” entre rusos y norteamericanos: el objetivo de llegar a la Luna.
El 16 de julio de 1969, el Apollo 11 despegaba de Cabo Kennedy con tres astronautas a bordo. Cuatro días después, el 20 de Julio, el comandante Neil Armstrong pasaba a la historia como el primer ser humano en pisar la superficie de nuestro satélite, en una zona llamada “El Mar de la Tranquilidad”. Este hito histórico había sido retransmitido a todo el mundo y el impacto de ver por televisión a alguien posando tímidamente su pié y después andando a pequeños saltos ingrávidos por la superficie lunar fue tremendo.
Fueron unas semanas en las que no se hablaba de otra cosa. Todos los críos, y muchos ya no tan críos, variamos de objetivo en nuestras preferencias a la hora de la pregunta de rigor de los mayores:
-Y tú, de mayor ¿qué quieres ser?
Hasta aquél momento, el abanico de posibilidades era amplio: conductor de la “paleadora” de Manolo “Terrible”; ser rico como Tiquio Olarte; pastelero de la Confitería Ledo; dueño del cine como Lux; conductor del autobús de la Empresa Fernández como el señor Luís; ser hijo del Alcalde para que no te riñeran los municipales;…y así un largo etcétera.
Sin embargo, la respuesta de todos los críos de la Villa durante esas semanas a la pregunta de qué queríamos ser de mayores era invariable:
-Yo, cuando sea mayor, quiero ser astronauta para subir a la Luna.
Hace ya unos meses, en una distendida y agradable conversación con el amigo Robés, le conté la anécdota del abuelo Inocencio y su tozudez a la hora de aceptar que sí, que efectivamente el hombre había llegado y pisado la Luna en aquél ahora ya lejano verano del 69. Unas pocas semanas después, Jose me envió una dirección de internet (http://www.dmae.upm.es/cienciaficcion/ESPECULACION/8/index.html) en la que se ponía en entredicho aquella hazaña histórica. No me voy a extender en los detalles pero lo que vienen a decir diversos especialistas es que aquél “alunizaje” fue un fraude en toda regla: fotografías del cielo sin estrellas, una bandera “ondeando al viento” cuando allí se supone que no hay atmósfera; fotos demasiado perfectas; motores sin llamas…y una frase inquietante del astronauta Neil Arsmtrong: “No me hagan ninguna pregunta y no les diré ninguna mentira”.
Cada uno que crea lo que quiera. Yo, por mi parte, anduve pensativo durante unos días. Por mi cabeza estuvo rondando una frase que ahora expreso en voz alta:
-¿Tendría razón el abuelo Inocencio?
Feliz verano para todos.
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