Costa Rica. Primeros días de Julio. Parque Nacional de Monteverde. Ha comenzado la época húmeda. Llueve hasta calarte los huesos. En unas escaleras que parecen conducir a un cadalso medieval, oigo una voz tras de mí que me resulta familiar:
-“Alejandro… hijo mío. En este difícil momento quiero que cuando veas a tu madre le digas que mi último pensamiento fue para ella… que la he querido siempre”.
Tras la lapidaria frase, no pasó una décima de segundo sin que, en plena selva, estallasen las risas provocadas por la frase del entrañable y singular Alfredo, un padre bonachón de Jerez que, acompañado de su hijo, iba a recorrer por primera el bosque tropical suspendido en un interminable cable. Él verbaliza en voz alta parte de mis pensamientos mientras una pregunta martilleaba insistentemente mi cerebro:
“…Pero vamos a ver, García ¿Por qué carallo te metes tú en este berenjenal?”.
Una sencilla frase que acudía al pensamiento desde que, pertrechado de mucho arnés y escaso valor, decido ir con indisimulada cara de “cordero degollado” a deslizarme entre los grandiosos árboles costarricenses… un viaje aéreo al que ya no había posibilidad de meterle la marcha atrás:
UN BERCIANO EN LA SELVA
Dice una máxima de los viajeros que uno siempre termina enamorándose del último lugar que ha visitado. Lo de Costa Rica ha sido fácil para cumplir esta máxima. Un país alucinantemente bello, una gente estupenda y educada, excelente compañía y… humor, mucho humor, han ayudado a pasar unos días inolvidables en el país centroamericano.
Pero, ahora, vayamos por partes. El viaje comenzó como comienzan últimamente todos los viajes: con retraso en Barajas y caótico acomodo en un avión al que, en este caso, le faltaban los asientos correspondientes a las letras “h” y “j”.
Ante el tumulto que se formó, las azoradas azafatas no pudieron más que ceder a sus iniciales ínfulas de “señoritas Rotermeyers” y declarar inaugurado el primer juego del viaje:
-“Cada uno puede sentarse donde quiera”, dijeron al borde del colapso emocional.
Y ahí nos ves a todos…¡¡¡ moviendo ficha y asiento ¡¡¡. Reuniendo complicidades y buscando un sitio entre aquellos que, a primera vista y sin conocerlos, has trabado ya amistad visual o a través de los habituales comentarios entre desconocidos con destino común.
La llegada a Costa Rica fue como todas las llegadas a un país que visitas por primera vez… Desorientada, desconcertante y apabullante, sobre todo en lo monetario, cuando por 320 dólares te arrean más de 150.000 “colones” que, inmediatamente, intentas traducir a euros y, posteriormente, por aquello de la edad, en pesetas… Total: un cacao mental del que no me he sobrepuesto todavía.
No voy a daros el coñazo sobre una flora y una fauna increibles.No pienso tampoco extenderme en consideraciones sobre los hoteles ni las excursiones,. Tampoco tengo intención de recordaros bares, playas, piscinas o comedores, ni de compras……. Sólo quiero, para ir terminando, haceros partícipes de algunos momentos y personajes para que unos y otros tampoco caigan en el rincón del olvido:
Nuestro guía Rayd (de nombre parecido al matamoscas): -“Aquí nos gusta la comida aderezada con picante. Este tabasco se llama “Rompe las Uñas”, porque cuando vas a los “servicios sanitarios” las tienes que clavar en la pared para ayudarte”.
-“Esto es una plantación de banano… Esta es de piña… Esta es de palmito... y esta es una “plantación de hombres” (refiriéndose a un cementerio).
-Una jolgoriosa final de la copa de europa, a la una de la tarde hora local, después de casi dos días de viaje, que el comentarista de la televisión costarricense transmitió como si le fuese el alma en ello.
-El impresionante esfuerzo de la tortuga que, tras el desove, camina exhausta sus últimos metros por la arena hacia el reconfortante mar.
-El sabor de las termitas: entre palo y menta.
-Una más que peculiar tienda camino del Volcán Arenal. Su nombre: “Exclusividades de Dios” (Todo en artículos de Dios: imágenes, rosarios, estampas…”, rezaba a modo de aclaración)
-Multitudinaria discusión, tras una cena carnívora, con el conductor del autobús, por un dólar arriba o abajo, para que nos llevara a observar el volcán Arenal, mágico y estremecedor en medio de una noche estrellada.
-Los baños refrescantes en las cascadas de los ríos tras las sudorosas caminatas por los bosques tropicales.
-Escuchar el himno del inmortal “Jerez Industrial”, con bufanda incluida, mientras los dioses de la lluvia lloraban abundantemente sobre nuestras cabezas, troncos, extremidades y botas.
-Quedar colapsados durante hora y media en una ¿carretera? a causa de un roce entre un autobús y una furgoneta. Tuvo su lado bueno: pudimos ver la discusión de los conductores implicados con un policía escasamente interesado que llegó indolentemente tarde y contrariado por haberle jodido el almuerzo.
-Gallopinto -arroz y frijoles- para almorzar, gallopinto para desayunar y gallopinto para cenar ( ¡¡¡ y yo que pensaba, antes de emprender viaje, que sería una clase de pollo…¡¡¡)
No quiero cansaros más.. Ha sido un viaje extraordinario. Costa Rica es un auténtico paraíso. Por eso hago mía la frase del ya mencionado Alfredo que espero sea premonitoria sobre la conservación de una naturaleza expléndida y necesaria:
-“Alejandro… cierra la puerta que se escapa el microclima”.
Como dicen por allá "Pura Vida", amigos.
domingo, julio 13, 2008
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