martes, mayo 27, 2008

Pesca y pescadores (1ª parte)

-Oye, “Nené”, necesito 3 kilos de truchas para esta noche.
-¡¡¡Joder con las prisas¡¡¡… podías haberme avisado ayer.
-Lo siento. Es un compromiso de última hora.
-Bueno... Veré que puedo hacer.

A las 10 menos cuarto de la noche, Ignacia, la compañera de Nené, depositaba en casa las truchas recién salidas del Burbia..

PESCA Y PESCADORES (1ª parte) .

(Dedicado a mi hermano Lisardo, eterno enamorado de la pesca, quien en una reciente visita a la villa avivó mis recuerdos y me prestó parte de los suyos para confeccionar este relato).

Es una verdad incontestable, como un castillo de grande: en la Villa siempre hemos tenido magníficos pescadores. Gente con un sentido especial para saber dónde, cómo y cuando recorrer el Burbia y el Valcarce para recoger de sus aguas uno de sus frutos más suculentos: la ansiada trucha, de colores más claros en el Burbia…de piel más oscura, debido entre otras cosas a las aguas más frías y al encajonamiento del río, en el cauce del Valcarce.

A finales de los años 50, la “división de honor” de los pescadores de la Villa tenía una formación que quitaba el hipo: Budín, el Maestro Serrano, Ramón “Mon Cagaleta”, los Hermanos “Ratita” y Mingo Rebollal. No sé si están todos los que son pero sí os puedo asegurar que todos los citados eran unos verdaderos “fuera de serie”.
Al atardecer, o muy de mañana, se les veía pasar con aire majestuoso camino del río. La caña de bambú era, junto con su pericia, la principal arma. Todavía pasarían algunos (pocos) años para que en el escaparate de la tienda de Adolfo Silverio, en la calle Jesús Adrán, comenzasen a hacerse sitio los primeros e irrompibles carretes Segarra y la “perla de las perlas”: el carrete “Mitchell”. Un avance en el arte de la pesca al que muchos se sumaron, aunque conservasen las viejas cañas de bambú para ciertas épocas del año y especialidades de pesca imposibles de abarcar pese al salto tecnológico del carrete. .

Cada uno de los magníficos pescadores citados tenía su especialidad. Desgraciadamente, nunca tuve la ocasión de ver pescar al Maestro Serrano (cuyo “olfato” para saber dónde estaban las piezas es ya, entre los amantes de la pesca de la Villa, una verdad incontestable convertida en leyenda). De Budín recuerdo su caminar pausado, calado con su inseparable boina y sus botas negras de media caña, con el inseparable cigarro en la comisura de sus labios, rumbo al río después de recoger las mejores “merucas” o “miocas” en huertos y zonas húmedas. Caña larga y cesta llena eran, casi un día sí y otro también, sus resultados.

El inefable y siempre recordado “Mon” constituía, como en otros muchos órdenes de la vida, un verdadero espectáculo verlo pescar. Su especialidad era la “gusarapa” de trucha que rebuscaba con ahínco en ciertas piedras del río, desechando aquellas que eran, como él decía, “una merda pinchada d’un pao”. Allí donde ponía el ojo… ponía el cebo. Más que andar, cabalgaba por el río, que yo creo se conocía piedra a piedra. Los resultados casi nunca se hacían esperar y su cesta se iba llenando de forma inexorable.
De la saga de los “Ratitas” citaré a “Nené” por una especialidad casi ya desaparecida en nuestros ríos: la pesca “al saltón”, una de las modalidades más difíciles del noble arte. Al cortarse la hierba de los prados cercanos al río, muchos saltamontes, “huyendo de la quema”, terminaban cayendo al río, convirtiéndose en uno de los platos más exquisitos para las voraces truchas…

Con la necesaria parsimonia, “Nené” ensartaba los saltamontes en el anzuelo y con caña corta y sedal largo iba haciendo saltar el cebo en el agua hasta que la trucha “picaba”, irremisiblemente atraída por el delicioso manjar.

Y cito el último, aunque no por eso con menor importancia, a Domingo “Mingo” Rebollal; un verdadero artista de la pesca con “mosca”. Creo que no sería atrevido decir que ha sido un verdadero maestro de la mosca en la comarca;… moscas que, por cierto, confeccionaba él mismo con plumas que le regalaban o de los gallos que caían en su poder. Era un verdadero espectáculo verlo alambicando, con precisión de relojero, los diferentes hilos de colores a la pluma o las plumas elegidas para el anzuelo… Con sus rudas y trabajadas manos, Mingo era capaz de convertir un trozo de metal, hilo y pluma en una obra realmente primorosa.

(Quedan muchas cosas todavía “en el tintero”. De ello seguiremos hablando otro día)

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Si que faltan muchos , pero muchos... el mejor a mi entender era ... y es... Alberto "el molinero", eso si normalmente con "miruca" pescaba como un maestro.Su mejor don era la paciencia al final siempre le veias con unas cuantas piezas en la cesta.
Con la casi prohibición del cebo natural,para beneplácito de los fabicantes de cosas artificiales,ya no se le ve por el Burbia y el Valcarce.
Un saludo a eso pescadores autenticos que los hay.

Anónimo dijo...

yo también creo que faltan muchos. lo que pasa que creo que Garcia Berciano lo que está hablando es de pescadores de los años 50-60 excluisvamente.

Anónimo dijo...

no dudo que alberto sea buen pescador pero compararlo con cualquiera de serrano, budin o ratita como comparar la ponferradina con el sevilla.