Todos los villafranquinos tendemos a acordarnos del rechazo al proyecto de trasvase del río Burbia, a comienzos de los 80, como la principal movilización social que hemos vivido en la villa. Sin quitarle mérito alguno a esta protesta, que unió como nunca a la población, quiero hablaros hoy de otra, mucho más pequeña y alcance limitado, para que tampoco caiga en el olvido.
"LA UNIÓN HACE LA FUERZA”.
Años 60. La tele no ha llegado todavía a la villa. La radio sigue siendo el principal divertimento y vehículo de información (o, según se mire, de desinformación). Al igual que en décadas anteriores, por aquél entonces, “El Cine” seguía siendo el principal espectáculo de referencia para la mayoría de la población.
Para los más jóvenes habrá que contar que la programación no se limitaba a las sesiones del fin de semana como ahora. En aquella época era habitual dos sesiones los sábados (8 de la tarde y 11 menos cuarto de la noche) y cuatro sesiones los domingos (la “infantil” de las 3 y media de la tarde –habitualmente repetición de la película programada el sábado-, y tres sesiones más donde se proyectaba otro film, normalmente para mayores de 18 años: a las 5 y media de la tarde, 8 y 11 menos cuarto de la noche).
Cuando llegaba el verano, las sesiones se ampliaban todavía más: había cine, también, los martes y los jueves. La película de los martes era para no perdérsela: ese día se estrenaban grandes superproducciones de la época como "Ben-Hur", "Los Cañones de Navarone", "El Álamo", "los Diez Mandamientos", "Doctor Zhivago", "Sonrisas y Lágrimas", "Cleopatra"... Los jueves eran dedicados a una mezcla de películas policíacas, western, alguna que otra obra maestra con escaso éxito de taquilla o toques exóticos como aquél año que programaron una serie dedicada a la zarzuela con "La Verbena de la Paloma", "La Revoltosa"....
Gustara la película más o menos, daba casi igual. La afición al cine en la villa abarcaba a casi todos, por no decir a todos los villafranquinos. Todo valía para pasar un buen rato, meciéndote en una realidad que no era la tuya, viviendo historias fuera de tu alcance o viajando a países y situaciones imposibles de alcanzar.
Por eso, la noticia resultó como un terremoto. Un buen día, en la taquilla del cine apareció una nota en la que se explicaba que, a partir de la semana siguiente, el precio de las entradas (si la memoria no me falla, que es harto probable) subían de 3 a 5 pesetas para butaca, platea y palco y de 1’50 a 2’50 pesetas en “el gallinero” (que eufemísticamente se llamaba “General”).
Aquello fue un mazazo. En una época en la que las protestas en la villa eran impensables, la mayor parte de los vecinos mostraron su rechazo a la subida. A media voz, eso sí, pero... ¡Hubo boicot¡. Esa semana y las siguientes, prácticamente nadie acudió al cine, salvo los propietarios que explotaban la sala y sus amigos. Hasta la Guardia Civil llamó a capítulo a algunos de los supuestos cabecillas de la rebelión (entre ellos, si mal no recuerdo, a Gilberto Ursinos y Ramón “Moncho” Cela) que, a modo de contraseña cómplice, junto con otros muchos ciudadanos, llevaban oculto, en el revés de la solapa de su chaqueta, un pequeño papel cosido con un alfiler en el que se podía leer “LA UNIÓN HACE LA FUERZA”.
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