jueves, diciembre 06, 2007

A MI PADRE, "in memoriam"
En estos días de inmenso vacío, sólo cubierto por una profunda tristeza, todavía espero oírte abrir la puerta de tu habitación y, soltando tus característicos silbidos, darnos los buenos días y el par de besos de rigor, con esa amplia sonrisa difícil de olvidar. Hecho de menos nuestros paseos y conversaciones, llenos de complicidad, recuerdos y chascarrillos. Todavía nuestro bloqueo emocional nos ha impedido hacer esa "pota de caldo" que tanto apreciabas y que Ana te había prometido para esta semana. Tus nietas Clara y Violeta no paran de hablar de ti y hasta especulan que tu muerte fue también un "acto de amor", que quisiste ir a reunirte con tu chica a causa de la misma enfermedad que se la llevó a ella: un derrame cerebral. Ana, la compañera de fatigas a la que tú le pasaste el nombramiento de "Jefa" tras la muerte de Emérita, sigue intentando mantenerse a flote en un equilibrio emocionalmente inestable y precario... Y yo, yo, me siento huérfano pero orgulloso de ti, contento de haber podido pasar las últimas etapas del viaje a tu lado y extraordinariamente agradecido por todo lo que me has dado y enseñado.
En tu memoria y para todos aquellos que supieron de tu educación y humildad, de tu esfuerzo y cariño, van dedicadas estas líneas.

LISARDO, "maestro sastre".
Este amante de la sastrería, la música, la familia y los amigos, nació en Viaríz, cuando la primera guerra mundial daba sus últimos coletazos.
Lisardo, hijo de Inocencio y Elena, de "Casa Soutín", era el hermano mayor de una prole de siete hermanos que pasaron su infancia en medio de la pobreza de la época, ayudando en el campo y con el ganado y aprendiendo las "cuatro reglas".
Poco antes de morir, mi abuelo Inocencio me contó que, ya desde niño, mi padre parecía poco mañoso con las tareas agrícolas.
- "Lisardo non che vale pro campo, Inocencio.... tei que aprender un oficio", le dijeron mi abuela Elena y mi tío-abuelo Darío al jefe de la familia.
Sin embargo, el inicio de la Guerra Civil truncó todas las expectativas y, con 18 años recién cumplidos, es movilizado: primero a Ceuta, después a Guadalajara, Bañolas... No llegó a pegar un solo tiro porque un teniente decidió hacerlo su asistente, ejerciendo además las funciones de peluquero ("barbero", como se decía por entonces).
Los primeros años de la posguerra marcan un antes y un después en la vida de mi padre: comienza a coser, primero con un vecino de Viaríz y después con su padrino en Castropetre.
En esa época, el ya trajeado y engominado Lisardo comienza a "rondar" a su "Chica", Emérita, mucho más joven que él y con la que se casará poco después.
Entre risas, un día mis padres me contaron que su viaje de novios fue espectacular: Después del banquete, un paseo de los recién casados por la carretera de Cadafresnas, ¡¡¡ con toda la comitiva de la boda detrás¡¡¡ a prudente distancia.

La aventura villafranquina se inicia poco después: con las pocas pertenencias amarradas en un carro de vacas y 150 pesetas de ahorros (más otras 600 que mi madre aportó de la venta del "wolfram" en un rebusco en la Peña del Seo), Lisardo y Emérita llegan a la Villa y se instalan en un cuarto, con derecho a cocina, que les alquila Francisco "El Guardia", enfrente justo de la actual Casa Méndez.
Son jóvenes, trabajan a destajo cosiendo pantalones y haciendo las primeras chaquetas. Poco tiempo después se trasladan a la calle del Agua (a la casa propiedad de los padres de mi amigo Belisario) donde nace mi hermano Lisardo, su primera gran alegría vital tanto para ellos como para las dos familias.
Siempre con ánimo de progresar, Lisardo viaja a Barcelona varias veces para "aprender el oficio" en la "Academia Camps". Por esas fechas, y ya instalada la sastrería en la Calle Jesús Adrán nº 11, el Maestro Sastre comienza a rodearse de "operarios" y "operarias" que se convertirán, con el paso de los años, en amigos y amigas entrañables.

Posteriormente, la sastrería se trasladará a la Calle Gily y Carrasco y allí llegará el verdadero esplendor de "Sastrería Lisardo". Todavía hace unos días me contaba que, a mediados de los años 60, llegó a hacer 18 trajes para la fiesta de Valtuille de Abajo y 21 para la de Corullón. Todo ello, lógicamente no hubiese sido posible sin esos "operarios" a los que tanto quiso (sin ánimo de ser exhaustivo y pidiendo perdón por mi flaqueza mental a todos aquellos que no mencione: mi madrina Fela, Diamantina, Argentina Diñeiro, Capitolina, Domitila, Sara Mendez, Conchita del Molino, Conchita la hija del Bar Pepe, Pepe Moral, Domiciano Gallardo, Laudino de Paradaseca, Paco Laballós, Jorge de Campo del Agua, Isidro Lama, Juan de las "Crespas", Vicente El Campanero", etc..).

La llegada de la ropa de confección, la emigración y las nuevas expectativas laborales que se abren a finales de los años 60 y comienzo de los 70 dan al traste con el volumen de trabajo de la sastrería tradicional. Son tiempos de cambio, a los que el "maestro sastre" y Emérita se adaptan trasladando la sastrería a la "tienda de los Guillermos". Allí terminarán su carrera laboral.

¿Cómo era mi padre?.
Es difícil definirlo porque sus perfiles vitales estaban permanentemente llenos de sorpresas. Os diré que esencialmente era, sobre todo, un hombre bueno, muy familiar, humilde y educado. Odiaba las discusiones. Su máximo orgullo éramos sus hijos, sus nietos y, en los últimos meses, su biznieta María. Le gustaba la música, el baile y, sobre todo y ante todo, pasear por su Jardín y conversar con amigos, vecinos y conocidos. Metódico hasta más no poder, disfrutaba con sus paisajes de la infancia, ante una "pota de caldo" o comiéndose una manzana "reineta". Amante de la radio y del fútbol, el Real Madrid fue siempre su equipo favorito y el Sparta (del que llegó a ser presidente) causa de sus desvelos y alegrías futboleras locales.

Esa imagen de persona amable pero recta que exhibía en público ocultaba, si embargo, grandes sorpresas en la intimidad: era divertido, socarrón y "coñero".
Debajo de esa discreción que le caracterizaba, siguió siendo un cachondo hasta el último momento. Prueba de ello es la anécdota que os cuento:Hace unos días, volvió "descojonado" a casa. Se había ido a dar una vuelta por la Gran Vía hasta Cortefiel (para ver, como él decía, "las últimas tendencias de la moda").
A la altura del Edificio de Telefónica, le abordó una exuberante señora "de la vida" y, acercándosele, le dijo:
-Hola guapo, ¿quieres venir a pasar un rato conmigo
?.
La respuesta de Lisardo fue fulminante:
-Lo siento señorita pero es que ya "no me funciona el mecanismo".

Como os decía el otro día al agradeceros a todos las muestras de afecto que nos estáis haciendo llegar:

El "Maestro Sastre" se ha ido, físicamente, pero su espíritu seguirá dando sus habituales vueltas por el jardín, hablando de los divino y humano con sus amigos y vecinos, añorando los cafés que desde hace tiempo ya no podía tomar en el "Pitillo", buscando siempre la felicidad de los suyos y la amabilidad con los demás.Hoy, mirando al Malvís cerca ya de Emérita, su "Chica", ha vuelto al lugar donde mejor se sentía: su Villafranca

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