"UNA DE MÉDICOS"
Resfriados, gripes, heridas y torceduras haciendo el “cafre”, dolores de barriga y una larga lista de incidencias médicas “menores” formaron parte (como todo hijo de vecino) de los años de infancia y adolescencia... Para contrarrestarlas, cuatro fueron los doctores en medicina que pusieron remedio a mis males: Don Genadio, Don Federico, Don Jesús Temez y Domingo (en este caso no incluyo el Don porque, dada la amistad que tuve con él, me prohibió que le dispensase ese tratamiento).
Don Genadio.
Recuerdo de muy pequeño ir de la mano de mi madre por la cuesta de don Pío hacia su consulta en la actual casa de Rada. Subir unas oscuras escaleras y entrar en un despacho donde, tras una mesa enorme (o, por lo menos, a mí me parecía) se encontraba un hombre menudo, con gafas quevedianas, que me miraba atentamente mientras mi madre le contaba mis males. Entre los remedios de Don Genadio había uno que quedó para el recuerdo. En invierno, al acostarme, mi madre venía a mi cama con un frasco de “tintura de yodo”. Era una forma de contrarrestar la falta de sol. Nunca puse reparos a aquellas pintadas de yodo...me imaginaba ser un indio de las películas, el índio "Jerónimo" para más señas, que era el más malo de los malos junto a "Toro Sentado".
Don Federico.
Era el tecnológicamente más avanzado. En su consulta de la calle Jesús Adrán , siempre me fascinó su enorme aparato de rayos en el que me introducía medio tembloroso mientras me preguntaba “qué carallo me vería a través de aquel chintófano”. Su trato era muy amable aunque algo distante.
Don Jesús Temez .
Tez morena, elegantemente trajeado, andares pausados, siempre con las manos entrelazadas atrás, Temez era un buen conversador que terminó trabando una muy buena relación con mis padres. Me encantaba visitar su consulta de la calle del agua (enorme caserón con una luminosa galería) ante la perspectiva de unos días “en cama”...o más bien... sin ir a clase.
Domingo.
Un auténtico “vendabal”. Mi trato con él fue tardío...aunque intenso. Con cita para primera hora de la tarde (después de pasar consulta en Corullón) sabía que cuando tenía que quitarme una muela el primer lugar para encontrale era el bar de Francico “El Guardia”.. Allí estaba. “Vete para la consulta,.. ahora voy...” Unos minutos después, aparecía, me instalaba en el sillón... me ponía la anestesia y decía con aquél vozarrón que todavía resuena en mi memoria: “mientras te hace efecto,... termino la partida”... y se iba. Ante una “colmillo rebelde” fue tal el impulso y la fuerza para sacarlo que me quedé lívido y medio mareado...
-“¿Te duele mucho?" ...me preguntó.
- ”No...es que me estabas aplastando las costillas” , le contesté medio ahogado.
Con los años llegamos a desarrollar una amistad que recuerdo con cariño. En la época de la transición –y pese a no coincidir en muchas cosas de las que estaban pasando en el país- nuestras conversaciones eran interminables... Cuando volvía de vacaciones a la villa, ya de noche, en cualquier bar abierto... si oía la frase ...”¡Coño...el estudiante¡”...sabía que sería una noche movidita.
Recuerdo de muy pequeño ir de la mano de mi madre por la cuesta de don Pío hacia su consulta en la actual casa de Rada. Subir unas oscuras escaleras y entrar en un despacho donde, tras una mesa enorme (o, por lo menos, a mí me parecía) se encontraba un hombre menudo, con gafas quevedianas, que me miraba atentamente mientras mi madre le contaba mis males. Entre los remedios de Don Genadio había uno que quedó para el recuerdo. En invierno, al acostarme, mi madre venía a mi cama con un frasco de “tintura de yodo”. Era una forma de contrarrestar la falta de sol. Nunca puse reparos a aquellas pintadas de yodo...me imaginaba ser un indio de las películas, el índio "Jerónimo" para más señas, que era el más malo de los malos junto a "Toro Sentado".
Don Federico.
Era el tecnológicamente más avanzado. En su consulta de la calle Jesús Adrán , siempre me fascinó su enorme aparato de rayos en el que me introducía medio tembloroso mientras me preguntaba “qué carallo me vería a través de aquel chintófano”. Su trato era muy amable aunque algo distante.
Don Jesús Temez .
Tez morena, elegantemente trajeado, andares pausados, siempre con las manos entrelazadas atrás, Temez era un buen conversador que terminó trabando una muy buena relación con mis padres. Me encantaba visitar su consulta de la calle del agua (enorme caserón con una luminosa galería) ante la perspectiva de unos días “en cama”...o más bien... sin ir a clase.
Domingo.
Un auténtico “vendabal”. Mi trato con él fue tardío...aunque intenso. Con cita para primera hora de la tarde (después de pasar consulta en Corullón) sabía que cuando tenía que quitarme una muela el primer lugar para encontrale era el bar de Francico “El Guardia”.. Allí estaba. “Vete para la consulta,.. ahora voy...” Unos minutos después, aparecía, me instalaba en el sillón... me ponía la anestesia y decía con aquél vozarrón que todavía resuena en mi memoria: “mientras te hace efecto,... termino la partida”... y se iba. Ante una “colmillo rebelde” fue tal el impulso y la fuerza para sacarlo que me quedé lívido y medio mareado...
-“¿Te duele mucho?" ...me preguntó.
- ”No...es que me estabas aplastando las costillas” , le contesté medio ahogado.
Con los años llegamos a desarrollar una amistad que recuerdo con cariño. En la época de la transición –y pese a no coincidir en muchas cosas de las que estaban pasando en el país- nuestras conversaciones eran interminables... Cuando volvía de vacaciones a la villa, ya de noche, en cualquier bar abierto... si oía la frase ...”¡Coño...el estudiante¡”...sabía que sería una noche movidita.
3 comentarios:
Estimado Sr.García,
yo soy una sobrina-nieta de D.Jesús Témez, y me ha hecho mucha ilusión leer sus comentarios sobre éste, mi tío.
Estaría agradecida si me pudiera decir si tiene algún tipo más de información sobre el, así como fotos, documentos...
Gracias por adelantado por su amable respuesta.
Un saludo.
Ana Fernández y Fdez-Témez.
Soy Jesús Témez Fernández, nieto de D.Jesús Témez y quiero simplemente resaltar la alegría que me ha supuesto ver publicado un pequeño relato que menciona a mi abuelo de esa forma tan acertadamente descrita..saludos y ánimo con nuevas publicaciones.
Larga saga la de los Témez. Bien orgullosos debeis estar del abuelo don Jesús. Un hombre bueno y cariñoso. Siento mucho no poder aportar fotos o documentos (y no haberos contestado antes ya que no había leido los comentarios).
saludos.
garciaberciano
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