sábado, enero 13, 2007

LA TELEVISIÒN LLEGA A LA VILLA

Después de descubrir que no había “hombrecillos” dentro de la radio, yo me volví bastante escéptico respecto a lo que me contaban los mayores en torno a los nuevos “artilugios” electrónicos…
Sin embargo, había una canción que escuchaba por la radio desde muy niño que despertaba mi interés y que tenía el siguiente estribillo: “La televisión… Pronto llegará… Yo te cantaré... Y tu me verás”. La constatación de que el estribillo era verdad me vino por dos vías. En una sesión infantil en el cine vi un No-Do en el que, además del habitual incienso al “líder carismático, martillo de herejes y guía de Occidente” se incluía la inauguración por el “Claudillo” (¡¡¡como no¡¡¡) de unos estudios de Televisión Española en el madrileño Paseo de la Havana. Entre patata y patata de Pepe “Pájaro” (bajo la severa advertencia de Mario: “niño, como te caiga una al suelo te echo del cine”) yo estaba fascinado: estaba viendo un nuevo invento… una caja con imágenes…. Vamos…¡¡¡ como el cine… en casa,.. pero todo el rato ¡¡¡. La segunda constatación del nuevo medio de comunicación vino a través de una revista que había traído mi hermano mayor de León. Era un ejemplar de “Sábado Gráfico” en el que se hablaba del asesinato del presidente John Fitzgerald Kennedy. Su muerte, decía el reportaje, había sido transmitida en directo por televisión. “O sea, -pensé yo- no sólo puedes ver esto en casa sino que, además, te cuentan lo que está ocurriendo”. Pocos años después, cuando se corrió la voz que “El Sevilla” y “El Bar Peña” iban a instalar sendas televisiones fue el no va más…
-“Anda, papá…llévame al Peña a ver la “tilivisión”.
-“Se dice televisión, niño, te-le-vi-sión”.
Como había problemas con la recepción, tanto “El Sevilla” como “El Peña” tuvieron que ingeniárselas con unas enormes antenas y muchos metros de cable. En el caso de “El Peña” la antena estaba a más de 150 metros del bar en las estribaciones de La Rapiña. La señal que llegaba a los receptores era muy débil, llena de nieve, lo que provocaba situaciones como la siguiente…


-¡¡¡ Chano…mueve la antena…que no se vé¡¡¡, decía la clientela..


Entonces, Chano se asomaba a la escalera posterior del bar y gritaba:


-¡¡¡ Niñoooo…mueve la antena hasta que yo te diga¡¡¡


El encargado de mover la antena comenzaba la operación hasta que se oía un clamor unánime… … -¡¡¡Ahí..Ahí…no la muevas más que ahora parece que se ve mejor¡¡¡.


Esta operación se repetía a veces con una desesperante frecuencia. Daba igual, lo importante era ver programas por televisión aunque fueran trufados con unas interferencias de nieve que hacía casi imposible distinguir que se estaba viendo

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