sábado, enero 13, 2007

LA RADIO: mi buena compañera

(dedicado a todos aquellos corresponsales de Radio Juventud de Ponferrada en los diferentes pueblos del Bierzo que, siendo niño, me ayudaron a meterme el gusanillo de la comunicación en el cuerpo).

-“Aquí, Radio Andorra,…emisora del Principado de Andorra”.
-“Aquí, Radio Intercontinental…Madrid”.
-“Aquí, Radio Juventud de Ponferrada, la Voz del Bierzo, La Voz Amiga”
-“Emite Radio Nacional de España”.

En el inicio de los años 60, la única ventana al mundo que teníamos en casa era un magnifico aparato de radio marca “Adagio” comprado en la tienda de Pepe “Voltios” en El Campairo, un aparato que todavía conservo en casa, con voltímetro y todo…¡¡¡y funciona¡¡¡.

A mí, que una caja hablara, cantara canciones e hiciera hasta llorar a las operarias de la sastrería me tenía desconcertado…Un buen día pregunté en casa que cómo de aquella cosa salían tantas palabras y sonidos si no había sitio para meter casi ni a mi gato “Pumby”. La respuesta me mantuvo alerta durante meses:

-Dentro –me dijeron- hay unos señores muy pequeños que hablan, cantan y tocan música
-Y ¿por qué yo no los veo?, repregunté.
-Porque sólo salen de la caja cuando tú no estás, estiran las piernas, comen y después se vuelven a meter.
-¿Y cuando duermen?
-Cuando te vas a la cama.

Desde aquél momento me monté una estrategia para intentar conocerlos: me paseaba varias veces por delante de la radio y le decía a mi madre en voz bien alta “me voy a la calle”.. Haciendo ruido hasta la puerta de salida volvía a repetir “que ya me voy”… a continuación, en absoluto silencio, retrocedía sobre mis propios pasos y entraba de sopetón en la cocina para sorprenderlos: el resultado era siempre descorazonador…nada de nada, ni los hombrecillos comían, ni estiraban las piernas,… ni centellas.

El mosqueo se despejó el día que se estropeó y en la tienda de “Voltios” pude ver “las tripas” del aparato lleno de lámparas, cables y otros chintófanos…¡¡¡que decepción…no había hombrecillos¡¡¡

Sin otro medio de comunicación al alcance, en aquella época la radio era la ventana a mundos completamente desconocidos para mí. Lo que más me gustaba eran los “discos dedicados” en bodas, bautizos, santos, cumpleaños, etc… “Para…(fulanito),… en el día de su primera comunión, de parte de sus padres, para que sea bueno y estudioso”… A continuación: “Angelitos Negros” de Antonio Machín.
En aquellos años, la sastrería de mis padres en la calle Gil y Carrasco contaba con numerosos oficiales y aprendices (sin ánimo de ser exhaustivo: mi madrina Fela, Diamantina, Argentina Castelao, Capitolina, Domitila, Sara Mendez, Conchita del Molino, Conchita la hija del Bar Pepe, Pepe Moral, Domiciano Gallardo, Laudino de Paradaseca, Paco Laballós, Isidro Lama, Juan de las “Crespas”…). Todos ellos componían un animado y bullicioso grupo que sólo permanecía en silencio a media tarde. A esa hora, no se oía en la sastrería el volar una mosca… todos atentos a la enésima entrega de “Simplemente María” u otro serial de turno. Sin embargo, el silencio se hacía más profundo cuando comenzaba “El consultorio de la Señora Francis”, un programa en el que los oyentes escribían sus desgracias sentimentales y amorosas en busca de consejo y consuelo. Ahí era donde yo veía que se escapaba alguna lágrima que otra ante las desgracias ajenas.
El gran salto de la radio de aquella época fue la compra de mi padre a Campelo de un aparato de transistores marca “Sanyo” que revolucionó, sobre todo, los domingos de mi infancia… ¡¡¡Por fín se podía ir a La Ruquela sabiendo minuto a minuto los resultados de los partidos que mi padre “radiaba” al resto de los aficionados¡¡¡.

Genéticamente la tribu de los García hemos tenido todos un buen “pabellón auditivo”. Yo mantengo –aunque sea una teoría sin base científica alguna- que, al menos en parte, nuestras “destacadas” orejas se deben a nuestra afición a la radio.

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