Quien así me hablaba perfilaba su rostro destrás de un cigarrillo "Ideales", boina bien llevada, cara de "buena gente", mirada amable con ojos brillantes, siempre delgado.... Fué mi "pulpeiro" de infancia. Siguiendo la tradición berciana, el señor Luis "Nixo" era un pulpeiro itinerante, igual te lo encontrabas en la Fiesta del Santo Milagro, en El Cebrero, que en una feria de Cacabelos... territorio, por cierto, más de pulpeiras que de pulpeiros. Sin embargo, a mí lo que realmente me interesaba es que llegase el mercado de los martes y las ferias de los días 2 y 16 de cada mes. En esos señalados días, por la mañana camino del colegio, veía como el señor Luís "desplegaba" su instrumental: una enorme cacerola de cobre, el tridente para sujetarla, sarmiento y el pulpo fresco en cajas de madera... No veía pasada la mañana hasta que llegaba la hora de comer. Entonces salía "pitando" y llegaba hasta las cercanías de un enorme negrillo donde el señor Luis instalaba su itinerante negocio... A prudente distancia, me quedaba en la cola de las personas a las que estaba atendiendo. Mientras se me hacía eterna la espera, veía pasar platos de pulpo que, al menos a mí, me parecian descomunales, camino del siempre amable refugio de Casa Rosita. Al fín, la cola desaparecía... -Bueno, a ver, ¿hoy que quieres?... ¿rabo o cabeza? -Mire, señor Luis, es que hoy no he desayunado bien y si me pudiera dar algo de los dos.. Después de una mirada directa, el gancho se hundía en la caldera y hacía su aparición un hermoso pulpo. Con una habilidad de tijeras digna de sastre (y se de lo que hablo), el señor Luis cortaba un trozode rabo y de cabeza en un plato de barro. Con un palillo pinchaba los dos y me lo entregaba. -Gracias, señor Luis.
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