domingo, enero 14, 2007

BENJAMIN “PELÓS”.

Domingo de invierno.
Primera hora de la tarde. Toca partido en La Ruquela. Tras ser enfundado como para un viaje a Siberia, mi padre me coge de la mano y salimos hacia la calle del Agua, Rua Nueva y ,a la altura del matadero, giro a la derecha. Llegamos al campo de fútbol, donde acaban de plantarse una hilera de chopos con el fin de que la gente que quiere ver el partido gratis desde la carretera se quede con “las ganas”. Es la hora de comienzo... Salen los dos equipos comandados por un árbitro vestido totalmente de negro, repeinado –no me atrevería a decir que con “gomina” pero casi-, muy serio...Es Benjamín...el polifacético y siempre recordado “Pelós”. Calculo que si en el carnet de identidad figurasen todas sus profesiones necesitaría un pasaporte. Benjamín “Pelós” trabajaba, además de algún que otro cometido que seguro se me olvidará-, en la droguería de Plácido a la entrada de la plaza, era repartidor de butano, monaguillo, campanero –hacía música con las campanas de la Colegiata-, además ayudaba en fiestas, semana santa y entierros (de pequeño, me moría de miedo cuando lo veía vestido de sayal negro en los entierros de –si la memoria no me falla- la Tercera Orden). Sus mejores momentos los recuerdo cuando, fuera ya de sus múltiples quehaceres, se sentaba en la bodega de “La Barreira” a tomar un chato y picar una sardina.....Aunque, como árbitro, tampoco tenía desperdicio: no era raro que, en pleno partido, se le viera discutir alguna decisión arbitral con algún conocido miembro del público, ...decisiones arbitrales, por cierto, que yo consultaba posteriormente en un libro comprado por mi padre que me tenía fascinado. Su título: “El arbitraje según Pedro Escartín”.

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