lunes, noviembre 10, 2008

EL MAGOSTO

A castaña no ourizo
eu ben che sei o que fai:
cando está verde, madura;
cando está madura cae.

Era un agradable paréntesis en el largo y tedioso otoño. Noviembre, habitualmente cubierto de lluvia, siempre daba un respiro a los habitantes de la Villa para poder celebrar el “magosto”.Una fiesta más bien de chiquillos y clases menos pudientes. Una excusa perfecta para que amigos o familiares se concentrasen alrededor del fuego para perpetuar una tradición alrededor de la castaña y que, con los años, se fue “enriqueciendo” primero con patatas, después con chorizos, pancetas, empanadas, etc. hasta convertirlo en la actualidad en un ritual en el que se han llegado a colar hasta intereses comerciales, partidistas e institucionales.

Los historiadores de la gastronomía no terminan de ponerse de acuerdo: unos –los más- mantienen que los castaños fueron traídos a España por los Romanos; otros –por el contrario- creen que la castaña era consumida ya por las Tribus Druídicas que habitaban el Norte de la Península. Hay otros convencidos de que nuestro árbol emblemático procede de China; país donde, por cierto, los sotos de castaños se plantan siempre hacia el sol de Poniente –es decir, en dirección noroeste-, una ubicación que muchos entendidos en la materia consideran chocante para el buen desarrollo de los árboles salvo por que, con esa orientación, el castaño recibe los rayos del sol del atardecer; al parecer, un magnífico abono para este árbol peculiar.

Sea como fuere y trajese quien trajese al Bierzo el cultivo del castaño, la realidad es que el hombre tuvo a las castañas (y bellotas) como una de las principales bases de su alimentación. El fruto del castaño se consumía en periodo de recolección tanto fresco, asado como cocido, podía conservarse todo el año sin gran deterioro y hasta molerse para hacer harina, además de aprovechar los restos para el engorde de cerdos y otros animales domésticos.

Una base de alimentación que duraría siglos; concretamente hasta el XVI, cuando procedentes de América llegaron el maíz y la patata para relevar a las castañas como el soporte básico de la alimentación de los campesinos. Y hablando de patatas os contaré una anécdota: se dice que hacia 1.580, se la dieron a probar a Felipe II como algo exótico. Al monarca le debieron de gustar tanto que sugirió que se cultivaran en Borgoña e Italia. No obstante, la zona de Galicia debió hacer oídos sordos a la real recomendación porque pronto comenzaron el cultivo de la patata destinada, primero, al consumo animal y seguidamente, partida en “cachos”, a la alimentación humana. Hay quien mantiene la teoría de que de esos “cachos” surgió la palabra “cachelo”.

Como le ocurriría a casi todos los alimentos populares, la castaña fue desapareciendo de las mesas más pudientes y este fruto fue finalmente considerado por la burguesía decimonónica como un alimento propio de “mendigos y gañanes”. Por el contrario, las clases menos pudientes siguieron cultivándolo y considerándolo, junto a la patata, como una de las bases troncales de su alimentación.

En los últimos años estamos asistiendo a un lento resurgir del castaño y su importancia ambiental. Ya no valen 100.000 de las antiguas pesetas para echar al suelo un árbol casi milenario con el fin de destinar su raíz a salpicadero de coche de lujo. El rendimiento para el propietario continúa siendo escaso pero… ahí sigue, formando parte del Bierzo, de una cultura y un paisaje difíciles de entender sin él.


(((Fiestas hermanas a la del “Magosto” en El Bierzo y Galicia son la fiesta de “Gaztañarre” en el País Vasco, el “Maguestu” en Asturias, la “Magosta” en Cantabria, la “Castañada” en Cataluña y la “Chiquitía”, “Chaquetía”, “Calvochá” o “Magosto” en Extremadura. En Portugal también se encuentra esta tradición y se denomina “Magusto”))).

“Por San Eugenio, las castañas al fuego”. (San Eugenio se celebraba el 13 de noviembre; ahora ha pasado, en el nuevo santoral, al día 15) .

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