lunes, septiembre 22, 2008

SIEMPRE “CHICHO”.
Acojonado… Yo estaba siempre acojonado. Recién traída la tele a la Villa, yo no me separaba del aparato, marca “Philco” ni a sol ni a sombra. Sólo lo pasaba realmente mal una vez a la semana, cuando los responsables de la televisión de los 60 no tuvieron otra idea –desde luego, idea inmejorable- que encargarle a Chicho Ibáñez Serrador la serie “Historias para no dormir”. No recuerdo exactamente el día que se emitía, lo que si recuerdo con toda claridad era el pánico que me producía aquella serie.

En casa, con un silencio sepulcral, sin pestañear ni un instante ante la sucesión de imágenes en blanco y negro, con un imponente y enigmático Narciso Ibáñez Menta de protagonista, yo me iba encogiendo cada vez más sobre mi mismo al ver las historias que sucedían en la pantalla.

Recuerdo con angustia y horror “El Asfalto”, un relato de Carlos Buiza en el que el protagonista se queda pegado en una mancha de alquitrán ante la indiferencia de la gente que pasaba a su lado. Una reflexión sobre la soledad del ser humano que considero difícil de superar.

Pero, por si fuera poco el acongojo que nos había metido en el cuerpo, este maestro en “torturar” espectadores nos deleitó, poco después, con una serie de episodios de terror que provocó, durante las semanas que estuvo en emisión, que la gente de la Villa no hablase de otra cosa. Me refiero al auténtico fenómeno de masas que fue “¿Es usted el asesino?”. Me imagino que muchos de vosotros recuerda la trama: un banquero es asesinado de noche en la calle cuando acaba de salir del domicilio de su amante. En mi memoria ha quedado grabado el apellido de esta primera víctima: el señor Barós. El arma homicida era un paraguas o bastón del que sale un estilizado puñal y del asesino sólo se veían los bajos de los pantalones, los zapatos y el aterrador sonido del bastón chocando contra el suelo:
“toc… toc…toc”.

El asesino va aumentando el número de víctimas, mientras en la ciudad cunde el pánico: cualquier persona que ande por la calle de noche podía convertirse en la siguiente víctima. Después de semanas de angustia, en el noveno y último capítulo se descubre y detiene al asesino para tranquilidad de la innumerable clientela televisiva que seguimos la serie en todo el país.

Pero, pese a ello, el subconsciente siguió durante mucho tiempo recelando del sonido nocturno, cuando, en tiempo de lluvia, alguien pasaba por la calle con su paraguas

“toc…toc..toc”.

Un recelo que, poco antes, habíamos ya vivido con “Los pájaros” del genio Alfred Hitchcock. Aunque en este caso, después de ver la película, la pandilla de amigos tomamos una drástica y colectiva decisión: durante semanas anduvimos a “pedrada limpia” con todos los pájaros que se pusieron a nuestro alcance.


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