MI ABUELA OLIMPIA.
Hace ahora 35 años… Dentro del coche que te traía de regreso del hospital, recostada tu cabeza en mi regazo, eras perfectamente consciente que la vida se te iba a jirones… que tu tiempo entre nosotros se agotaba. Ni los médicos ni las medicinas que intentaron tu cura servían ya… Me miraste con aquellos enormes ojos castaños y yo…yo me eché a llorar.
Con un esfuerzo supremo, levantaste tu mano derecha y me secaste las lágrimas mientras me decías:
- “Roso… non chores”.
Siempre me llamaste “Roso”. Recuerdo la alegría con la que, con este apelativo cariñoso, me acogías los fines de semana en tu casa (mi casa) de Viaríz... Allí, me recibías con un par de sonoros “bicos” y un abrazo que, a la altura de tu delantal negro, me fundía con tu menudo cuerpo… Por aquél entonces ya no estaba contigo el herrero Belarmino, mi abuelo materno, fallecido cuando yo tenía sólo tres años…un cariñoso ser, por lo que me habéis contado todos , del que guardo todavía como recuerdo un valioso juguete: un hermoso muñeco, al menos para mi, de pasta sonrosada que, por cierto y para que lo sepas, reposa en el mismo vaso en el que tú lo metiste hace ya mucho tiempo.
Yo, ¿recuerdas?, te acompañaba a todas partes. Bajaba al “cabanal” contigo a recoger la leña para prender la cocina… a buscar “alcarcer” para los conejos… siempre de tu mano, a la fuente con el cántaro de agua posado en la cabeza con una “rodela”, en un ejercicio de equilibrio que todavía me sigue fascinando. Me convertía en tu sombra todo el día y esperaba ansioso la noche para que me dejases encender el candil de carburo, avanzada fuente de iluminación de tu casa, en el Viaríz de los años 60, junto con los faroles.
Que sepas (seguro que lo sabes) que al lado de tu casa sigue manteniéndose contra viento y marea el guindo donde me gustaba sentarme, mirando hacia el valle de Hornija, y al que acudías a buscarme cuando no me encontrabas “escachapeleando” por tu casa. Ahí, por cierto, acuden mis pensamientos en épocas de turbulencia y será el lugar donde reposarán parte de mis cenizas el día que me vaya…
Hace ahora 35 años… y te sigo echando de menos abuela.
Hace ahora 35 años… Dentro del coche que te traía de regreso del hospital, recostada tu cabeza en mi regazo, eras perfectamente consciente que la vida se te iba a jirones… que tu tiempo entre nosotros se agotaba. Ni los médicos ni las medicinas que intentaron tu cura servían ya… Me miraste con aquellos enormes ojos castaños y yo…yo me eché a llorar.
Con un esfuerzo supremo, levantaste tu mano derecha y me secaste las lágrimas mientras me decías:
- “Roso… non chores”.
Siempre me llamaste “Roso”. Recuerdo la alegría con la que, con este apelativo cariñoso, me acogías los fines de semana en tu casa (mi casa) de Viaríz... Allí, me recibías con un par de sonoros “bicos” y un abrazo que, a la altura de tu delantal negro, me fundía con tu menudo cuerpo… Por aquél entonces ya no estaba contigo el herrero Belarmino, mi abuelo materno, fallecido cuando yo tenía sólo tres años…un cariñoso ser, por lo que me habéis contado todos , del que guardo todavía como recuerdo un valioso juguete: un hermoso muñeco, al menos para mi, de pasta sonrosada que, por cierto y para que lo sepas, reposa en el mismo vaso en el que tú lo metiste hace ya mucho tiempo.
Yo, ¿recuerdas?, te acompañaba a todas partes. Bajaba al “cabanal” contigo a recoger la leña para prender la cocina… a buscar “alcarcer” para los conejos… siempre de tu mano, a la fuente con el cántaro de agua posado en la cabeza con una “rodela”, en un ejercicio de equilibrio que todavía me sigue fascinando. Me convertía en tu sombra todo el día y esperaba ansioso la noche para que me dejases encender el candil de carburo, avanzada fuente de iluminación de tu casa, en el Viaríz de los años 60, junto con los faroles.
Que sepas (seguro que lo sabes) que al lado de tu casa sigue manteniéndose contra viento y marea el guindo donde me gustaba sentarme, mirando hacia el valle de Hornija, y al que acudías a buscarme cuando no me encontrabas “escachapeleando” por tu casa. Ahí, por cierto, acuden mis pensamientos en épocas de turbulencia y será el lugar donde reposarán parte de mis cenizas el día que me vaya…
Hace ahora 35 años… y te sigo echando de menos abuela.
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