EL SEÑOR ELISEO Y LA SEÑORA MANUELA. Hoy, estimados amigos del foro, me vais a permitir que escriba sobre una familia a la que, tanto yo como los míos, hemos tenido siempre en gran aprecio. En la década de los 60, la sastrería de Lisardo (mi padre) estaba ubicada en la calle de Gil y Carrasco. Casi frente a ella se encontraba, la casa del señor Eliseo y la señora Manuela. Un matrimonio de buena gente. A Eliseo lo recuerdo siempre bonachón, hablar pausado, mirada franca y andar tranquilo, como todos aquellos que están acostumbrados a pasar la vida en medio de la naturaleza. Su imagen me viene a la mente calzado con botas “chirucas”, pantalón negro de pana, una zamarra de cuero marrón (pocas había por aquél entonces) y boina calada. De familia procedente de Puente de Rey, el señor Eliseo era guardabosques, lo que me permitía hacerle multitud de preguntas sobre todo lo divino y humano en torno a árboles y animales. Recuerdo que él me contestaba siempre, aderezando mi imaginación con alguna que otra inventada fantasía.... Una vez que no quería marchar para casa me advirtió que tuviera cuidado porque había escuchado en Landoiro que una manada de lobos tenían intención de bajar a la villa porque se habían enterado que había niños que se retrasaban a la hora de ir a cenar. (Creo que Emérita –mi madre- debió pasar meses preguntándose cual sería el motivo por el que yo acudía a casa, día tras día, tan solícito a las diez menos cuarto de la noche cuando, por regla general, no me despegaba de la calle ni con agua hirviendo). A la siempre atareada señora Manuela la recuerdo con su moño bien recogido, sus expresivos ojos, vestido estampado de florecitas, mandil de cuadrados pequeños, yendo y viniendo de la cocina a las habitaciones de una casa grande con suelo encerado de grandes tablones de castaño. No la vi nunca enfadada pese a tener que atender a una larga “prole” de hijos e hijas y otros “adjuntos” a la familia como yo. Ya os he hablado alguna vez de mi carácter goloso... pues bien, con cualquier excusa para visitar a Juan o a Tere, yo me “dejaba” caer a la hora de la merienda para sacar un suculento botín: una rebanada de pan con miel espesa y oscura traída de Puente de Rey que la señora Manuela sacaba de la cocina y que yo me comía con verdadero deleite sentado en el balcón posterior de la casa. . Mi relación con toda la “saga” familiar (Ramón, Carmiña, Lucy, Juan, Tere y Merche) fue muy especial, sobre todo con Juan (aquí hemos hablado ya de “El Laboratorio” montado en el granero de su casa) y con Tere (con la que compartí infancia y una clara aversión al idolatrado cura vasco de “negra sombra”). Hoy, cuando paso por delante del portal de la que fuera durante muchos años su casa, me asaltan los recuerdos de un tiempo compartido con una familia que derrochó mucho cariño hacia mí y los míos. Gracias de todo corazón.
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1 comentario:
A mi hermano (nene) y a mí nos gustaba tanto la Plazuela de Don Pío, que, cuando éramos pequeños, llegamos a bajar con la cena para desesperación de la abuela. Me acuerdo que allí nos tomamos en nuestros platos duralex la tortilla francesa. No podíamos perder ni un solo minuto de diversión.
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