-“Mañana son las Fiestas de San Juan. La tía Nieves te ha invitado a ti y a tu hermano para que vayais a San Fíz a comer. Por la tarde, cuando haya cerrado tu padre la sastrería, iremos nosotros”.
-“Jo...mamá. Yo no quiero ir. El año pasado le maté al tío Marcial una gallina de una pedrada y yo no sé si querrá que vaya”.
-“No te preocupes, que no te va a decir nada”.
Este diálogo con mi madre me sacó de todas las dudas que podía tener. La Fiesta de San Fíz de Corullón siempre me gustó... tenía algo de aventura y (¡¡¡ como no ¡¡¡) mucho de... glotonería: mi tía Nieves ha hecho siempre los mejores flanes que he probado jamás...¡ y os prometo que he probado muchos ¡. A primera hora de la mañana, vestido de “domingo” , con mi hermano mayor de guía-cuidador, atravesábamos la villa hacia San Fíz. La primera parada era para ver las obras de construcción del túnel cuya ejecución corría a cargo de la empresa de Manolo “Terrible” (un hombrón gigantesco –eso me parecía al menos a mí- que salvó la vida de milagro cuando parte del monte se vino abajo al hacer la perforación de la boca de entrada). La empresa de “Terrible” tenía, recuerdo perfectamente, una paleadora de color amarillo,... lo nunca visto por aquél entonces y que a mí me tenía completamente fascinado. Después de entretenernos un buen rato viendo las evoluciones de la paleadora, comenzaba un agradable paseo que, todavía hoy, recomiendo. En vez de coger la carretera de Corullón se puede hacer el mismo recorrido por la parte de abajo, a través de un amplio sendero entre las huertas y los castaños que finalizar un poco antes de la curva donde se encuentra la iglesia de San Juan de San Fíz, una joya del románico en El Bierzo prácticamente desconocida que estuvo a punto de sucumbir, en la década de los 70, a causa de las zarzas y el olvido. En la casa de mis tíos me esperaban los juegos con mis primos, una suculenta comida con postre extraordinario y un posterior paseo por el camino del Real, por donde discurre una pequeña presa de agua en la que no era difícil encontrar alguna trucha nadando contra corriente. Entrada la tarde, llegaba la hora del baile, que se hacía en una explanada próxima a la Casa de Carrete. Y como todas las fiestas tienen su anécdota, no me resisto a contaros el susto que pasó mi hermano cuando, después de advertírmelo por activa y por pasiva, me tragué una espiga que, cuanto más intentaba sacar, más profunda se metía en mi garganta... medio ahogado, fui conducido a casa de mis tíos. La habilidad de Nieves y unas largas pinzas pusieron fin a mi problema. -“Este nino é a hostia”. Oí decir a mi tío Marcial. Y yo pensaba: “esto lo dice por la puntería que tengo con sus gallinas”.
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