(dedicado a mi compañero de aula y amigo de siempre Antonio González-Guerrero, "in memorian".)
No pronunciaré su nombre.
Todos le llamaban padre. Apellido vasco. Pequeño de estatura, nervudo, andar rápido, gafas oscuras, buen enseñante este personaje se convirtió en lo mejor y lo peor para muchos de los alumnos que inauguramos el recién construído instituto del Campo Bajo. En aquellos años todavía regía la norma de "la letra con sangre entra"... Es verdad que eramos unos "cafres" y que un poco de autoridad no venía mal. Sin embargo, el límite lo sobrepasó con creces en innumerables ocasiones. Sus clases eran de tres tipos:
a) Las didácticas.
b) Las lúdicas.
c) Las terribles.
Todo dependía del día (algunos manteníamos la tésis de que tenía "úlcera de estómago",... de ahí sus bruscos cambios de, llamémosle "humor").
a) Clases Didácticas. Enseñaba de forma amena, ayudaba a hacerte comprender bien las cosas y su dedicación se veía recompensada con un más que aceptable nivel cuando venían a examinarnos en junio los profesores del "Gil y Carrasco" de Ponferrada, en un día de todas las asignaturas de una tacada.
b) Clases Lúdicas. Eran, lógicamente, las mejores. En sus días de buen humor (que también los tenía), la clase se convertía en un divertido juego donde se hablaba de muchas cosas desconocidas para buen número de nosostros, se proyectaban viajes, meriendas, preparativos de navidad, etc.
c) Clases Terribles. El doctor Jekyl se convertía en Mister Hyde. En una actitud cercana al sadismo, presencié en mi clase multitud de golpes, mofas y escarnios hacia el agredido/a. Un auténtico "Vía Crucis". ¿A alguien le gustaría que su hija se orinase aterrorizada delante de todos sus compañeros de clase debido a los chillidos, empujones y otras lindezas de su profesor?, ¿Era de recibo, sin venir a cuento, que una alumna se quedara completamente sorda durante una semana por una serie de bofetadas?, ¿encerrarías a alguien en un sótano oscuro a sabiendas que con ello provocas una crísis de pánico?... Seguiría contando y no pararía.
Y no hablo de hechos muy esporádicos. Con la perspectiva de los años, yo creo que fuí "bien tratado" respecto a otros muchos y muchas que lo pasaron mucho peor, aunque también me tocó mi parte en tales "lindezas"... Hasta el punto que, cuando terminé el bachillerato elemental, fue tal la liberación que sentí al llegar al instituto de Ponferrada que suspendí en junio todas las asignaturas de 5º de bachillerato salvo la religión porque, al cura que me daba clase, le gustaba mucho Villafranca.
Termino: Vuelvo a pedír perdón por este comentario a todos aquellos que admiran a esta persona. Ya sé que eran otros tiempos...pero pido un ejercicio de imaginación y pregunto: ¿os gustaría que vuestros hijos fueran tratados así?. En aquellos años, la inmensa mayoría de los padres callaban.
Era demasiado poderoso para enfrentarse a él.
1 comentario:
Imposible describir mejor esas clases y ese personaje.yo fuí una de las sufridoras psíquicas y físicas y , como bien dices, me considero de las afortunadas.
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